EL MALECÓN

La manita de Nacho a Mbappé

Mbappé será del Madrid, pero el Madrid no estará a los pies de Mbappé. Nadie le “regalará” la Torre Eiffel

Mbappé.

Mbappé. / EFE

José Sámano

Hace siglos que Mbappé llegó al Real Madrid sin haber llegado. La ridícula sensación es inevitable, dada la perpetuidad del serial. Estos días, “Marca” lanzaba una elocuente portada con un montaje de más de sesenta primeras páginas dedicadas al culebrón del francés. Más de dos años con el "¡que viene, que viene!" y unos cuantos soponcios por el camino. Por fin, ya parece testado el fichaje de los fichajes de todos los fichajes. Con el chacal francés más a la vista que nunca resultarán tan intrigantes las megacifras del acuerdo como la sintonización del jugador con el club, el vestuario y la hinchada. Un ecosistema desconocido para el galo.

El Madrid no es el PSG, alumbrado 68 años después, cuando los blancos ya llevaban seis flechazos con la Copa de Europa. Nada tiene que ver el poso de una institución en lo más alto de la realeza futbolística con la advenediza entidad parisina. Detrás del Madrid no hay más fondo soberano que el de su esplendente historia. En Chamartín, el club de Di Stéfano, Gento, Amancio, Butragueño, Raúl, Casillas, Cristiano… siempre ha estado por encima del personal, fuera del linaje que fuera. Primero el club, luego el equipo y más tarde tal o cual estrella de paso. Hace años que Florentino Pérez salió escarmentado con el “egómetro” de los galácticos.

Mbappé será del Madrid, pero el Madrid no estará a los pies de Mbappé. Nadie le “regalará” la Torre Eiffel y no se prevé que en su relación con la casa blanca tercie Pedro Sánchez, como hiciera Emmanuel Macron entre el PSG y el icónico futbolista del distrito capitalino de Bondy.

Mbappé no solo tendrá que rebajar su ya infinita tesorería. Incluso el mejor jugador del firmamento deberá empaparse de la cultura madridista y amoldarse a la actual mancomunidad de la caseta. El fabuloso delantero llega con un Mundial en la mochila (Rusia 2018) y como inolvidable actor principal -junto a Messi- de la mejor final de un campeonato del mundo (Qatar 2022). Pero al pisar Valdebebas, por mucho que no pertenezcan a la espumosa pasarela de las celebridades, capitanes como Nacho y Carvajal le podrán gesticular con una manita a lo Piqué. Ellos, como Kroos y Modric -si el croata aún es camarada madridista- le podrán hipnotizar con las cinco Champions que les contemplan. Mbappé está seco en Europa.

En el campo, el arrope tampoco será el mismo. En París, su patio particular, no cuajó su filiación de Messi y Neymar. En Chamartín, Vinicius y Bellingham, que se mueven por el radar que le gusta al galo, no son unos piernas. Y cuidado con el empuje del emergente Endrick y los sublevados Joselu e Ibrahim. Por supuesto, ninguno tendrá más peso que Mbappé, pero le forzarán a algo más que un simple vedetismo. En la Francia de Mbappé un grupo de mosqueteros con Griezmann al frente se deja el corazón en los huesos por su estrella. En La Castellana el convoy es otro. Además, los medidores de Florentino Pérez no son los de Nasser Al-Khelaifi, los antojos maternales no cuentan y Carlo Ancelotti se las sabe todas.

Mbappé, aun con ciertos mimos, tendrá que ser el jugadorazo que es. De lo contrario, ya se encargará Nacho de asesorarle sobre cómo hay que remangarse para iluminar cinco Copas de Europa. Más allá del dinero, a Mbappé el Madrid le puede saber a gloria.