La película El intercambio es una de las decepciones que hay que apuntar en el debe de este festival. La comedia del malagueño Ignacio Nacho llegaba a la parrilla del certamen fuera de concurso y eso ya debía habernos señalado algo. Y es que dentro del cine de entretenimiento la situación que planteaba y el elenco de actores con el que cuenta no es para nada ramplón, sino todo lo contrario para estas intenciones. Lo que ocurre es que su desarrollo se desinfla a los treinta minutos para no recuperarse nunca.

El hecho de que la película comenzara con un plano larguísimo de varios minutos de Pepón Nieto conduciendo, junto a su mujer, Natalia Roig, sin apenas mover el volante, en una avenida de las que no hay en Málaga ya predisponía a la cutrez de efectos. Lo cual no es malo si no se hace alarde de las formas y se fía todo a los diálogos y al contenido fino y mordaz, como ocurría en los mejores casos de los Monty Python. Pero esto tampoco pasa.

La situación o la sinopsis de la que inicia es el regalo de un intercambio de parejas para el mencionado Pepón Nieto, Jaime en la película, empresario de persianas, que no ha conseguido nada importante en la vida pero que es considerado un prohombre por su mujer, Eva (Natalia Roig). Ella ante la insistencia de él y pensando en revitalizar la relación, contactan por internet con un hombre y una mujer (Hugo Silva y Rossy de Palma) que no son exactamente como ellos esperaban, en ese orden de atractivo.

Las esperadas reacciones a tal desaguisado no se hacen esperar y en una habitación donde transcurrirá todo el resto de la trama se desatarán todo tipo de comentarios para escapar de tal situación. El argumento que no variará de ese hasta el final puede sostenerse en una comedieta de teatro pero no en el cine. Hay además una intención de que algunas escenas parezcan lúgubres y se genere miedo en el espectador que tampoco se consigue; más bien, hay como un leve barniz kitsch para pintar de oscuro el sadomasoquismo. Todo ello está apoyado en clichés manidos y con los tamaños de los órganos amatorios y el furor sexual como principales alicientes para hacer los más que esperados chistes al respecto. Como si estuviéramos en una de Pajares y Esteso pero sin destapes de relevancia que admirar. Sólo el lenguaje es ordinario por momentos y en medio de una extraña intención de mezclar niveles idiomáticos que no resultan y que deberían resultar. El formalista castellano y el andaluz de remate.

Si bien Natalia Roig está muy bien ajustada y creíble en su papel de esposa tontuela, y tiene los mejores golpes, Pepón Nieto, que no interpreta, menos mal, su papel de listillo, hace todo tipo de piruetas para alargar su incómoda situación con una serie de argucias que son de comedia muy básica. Esta repetición de intenciones y callejón sin salida es lo que lleva al espectador a aburrirse soberanamente desde la mitad de la misma y a no encadenar más carcajadas porque ya no habrá novedades de importancia en el enredo. Para añadir un poco de variedad al asunto, en la trama se añaden otras dos caras conocidas de la cinematografía local que entran en escena para añadir los momentos más surrealistas y a la vez menos intrascendentes de toda la cinta: Mara Guil y Salva Reina, que hacen de dos vendedores de biblias que tratarán de ayudar al protagonista.

En su desenlace El Intercambio deja una moraleja imprecisa sobre si es oportuno introducir novedades peligrosas en la pareja para reflotar los sentimientos. Y si al final la cuestión de la infidelidad es algo que ya llevamos cada uno en nuestro adeene particular antes de unirnos en compromiso. Siendo todo lo simple y previsible que es, no es menos verdad que para echar un buen rato en el cine no es tan desaconsejable, aunque algunos críticos ayer no aguantaran hasta el final del metraje.