Una de las cosas que más me han repateado históricamente del cine español es su terrible costumbre de los títulos poético-pedestres. Pongo un ejemplo imaginario: una película titulada 'Cola de lagartija', sobre un hombre en plena zozobra existencial; en una de las escenas de mitad para el final, el protagonista tiene un parlamento con alguien, da igual con quién sea, en el que asevera: "¿Sabes? Me siento como una cola de lagartija, como si tuviera la necesidad de reencontrarme conmigo mismo". En serio, fabulo pero no exagero ni un ápice. Al menos, el título de la cinta de Paco R. Baños es literal; el resto, eso sí, es material lírico-rudimentario de esa calaña.

Cuando conocemos al personaje principal de '522. Mi gato, un chino y mi padre', una chica agorafóbica que echa manos de rutinas para intentar subirse al carro de su vida, a los pocos minutos nos suelta: "Mi mundo está haciendo más pequeño". Sí, hija, tu mundo se está haciendo más pequeño, ya nos habíamos enterado. El espectador curtido en cierto cine español ya sabe que lo que viene a continuación es un cuesta abajo sin frenos: el chino del título asegurando que "la vida es, al final, los objetos que guardamos", el vigilante de un cementerio que perora "el alma y el mar son la misma cosa", el bohemio portugués que tiene claro que "el pasado es para el fado, no es para el corazón"...

La sesión de coaching es, de veras, interminable e insufrible, pero llega al paroxismo risible cuando un músico callejero y trotamundos hace la siguiente observación a nuestra protagonista agorafóbica: "Vuelve a tu mundo de mentira, aquí nos quedamos en el real la gente que quiere que le pasen cosas". Me hace gracia que Paco R. Baños incumpla precisamente la frase que es el leit motiv de esta historia (que no es más que un you've got to let it go, como dicen los anglos, en toda regla: aceptar el pasado que nos ancla y retomar nuestro camino; no es muy diferente a lo que hacían en 'Hermano mayor' con mochilas llenas de rocas para simbolizar el peso del pasado): su relato no es más que un puñado de oraciones aspirantes a aforismos y todo discurre entre metáforas obvias y casi infantiles.. Consejos vende que para él no tiene.

Empeora el asunto si a todo lo apuntado añadimos que Albert Jo Lee parece haberse quedado en la primera prueba de lectura de guión y que Natalia de Molina se marque un terelu en toda regla (ya saben, acentos que vienen y que van dependiendo del tono de la escena: parece como si el dialectal fuera el verdadero conflicto de su personaje). Al menos, en descargo de Paco R. Baños algo ha mejorado la cosa desde su anterior 'Juno'... Perdón, 'Ali'. En esa película uno de los personajes practicaba en su azotea para un concurso de cometas y la protagonista se negaba a montarse en coches rojos porque sostenía que tenían más probabilidades de sufrir accidentes.