Eduardo Halfon nos presenta a su hijo

Después de una infancia y juventud totalmente ajena al mundo de la escritura y la literatura, Eduardo Halfon, como un San Pablo que cae fulminado por la luz del cristianismo, sintió el hechizo de la literatura y decidió abrazarla como eje de su vida. Halfon tenía entonces 25 años, la luz se la mostró un acupuntor que le trató para curarle una larga y penosa rinitis que sufría desde niño. Dejó su próspero trabajo de ingeniero y se fue a París, para convertirse en escritor pues su ideario marcaba que para ser escritor tenía que viajar a París.

Lo cuenta el propio Halfon en su último trabajo literario, ‘Un hijo cualquiera’, que publica Libros del Asteroide, una colección de dieciocho relatos donde el escritor vuelve a bucear en la historia de su familia y en sus secretos, una familia un tanto singular ya que es de las pocas de religión judía en Guatemala, un país mayoritariamente de católicos. Una condición además molesta para el escritor que abomina de su condición de judío y de su naturaleza trágica y se pregunta por qué el católico no se cuestiona por qué es católico, y el judío siempre se está cuestionando por qué le ha tocado ser judío. La familia, esta vez con un nuevo componente: su propio hijo que le sirve de excusa narrativa y que Halfon lo va haciendo entrar y salir de las historias a voluntad, para hablar así de la infancia, de la formación de su vocación literaria, de las dificultades de su país, Guatemala, para levantar el vuelo y de su condición de judío de la que siempre reniega pero que, llegado el caso, como narra en el primer relato de este libro, ‘Un pequeño corte’ no duda en circuncidar a su hijo recién nacido, en lo que es una decisión definitiva e irreversible: «Por primera vez había decidido como padre». La circuncisión del bebé le lleva hasta Maimónides, que en su Guía de Descarriados ya advirtió que la circuncisión disminuye el sentimiento de placer sexual en el varón. O a los egipcios que, por el contrario, veían al circuncidado como un hombre superior. También los antiguos griegos y romanos que valoraban el prepucio y lo protegían por ley.

El suicidio de un viejo amigo de infancia y juventud le lleva a reflexionar que el suicidio es como una puerta abierta, que siempre está ahí para traspasarla, pero que, como decía Camus, uno necesita más coraje para vivir que para quitarse la vida.

La clave del éxito de Eduardo Halfon está sin duda en saber combinar con acierto un lenguaje sencillo y directo junto a un estilo que se hace grato y ameno. Así son estas pequeñas historia de ‘Un hijo cualquier’., Halfon nos habla de su nuevo estado de paternidad, de su abuelo español, que antes de casarse había sido jesuita, y en Guatemala dejó la sotana para unirse a la guerrilla y combatir contra la pobreza que asolaba a los indígenas. Y otras más, todas con las descripciones de los sentimientos, de los sucesos, de los escenarios y lugares con precisión justa, de tal manera que explican solo lo necesario, pero lo dicen todo. Eso es lo excepcional en Halfon; una fácil dialéctica entre el oficio de ser escritor y el oficio de vivir.