Poesía

‘Poemas y cartas 1-600’: Emily Dickinson en estado salvaje

Sabina Editorial publica la primera gran colección en español de la autora basada íntegramente en los manuscritos originales. Una reparación histórica a una obra sometida a mutilaciones

‘Poemas y cartas 1-600’Emily Dickinson en estado salvaje

‘Poemas y cartas 1-600’Emily Dickinson en estado salvaje / Lucas Martín

Lucas Martín

A lo largo de la historia de la literatura, que comprende tanto la escritura como el acto privado de leer, se han sucedido milagros que se dan la mano, en atropellada y, en ocasiones, inextricable continuidad, con sonoros cataclismos. En estos días en los que se ha puesto tan de moda el término cancelación -sin duda, una de las tragedias léxicas y morales más abusivas de la ‘postcultura’ de este milenio- conviene no perder de vista algunos ejemplos que quizá no levantan tanta polvareda inmediata, pero que se integran a todas luces en la caja negra del patrimonio libresco y de la edición. Que a Roald Dahl le modifiquen y reajusten sus textos originales no deja de representar una claudicación colectiva frente a la atmósfera inquisitorial de este tiempo. Sin embargo, su alcance es menor si se confronta con otros casos que apenas pasaron de puntillas y se han mantenido vigentes durante más de un siglo, interponiéndose en el diálogo de varias generaciones con títulos y propuestas y, consecuentemente, contribuyendo a la imposición de una lectura manoseada y parcial. En ocasiones, incluso situada en las antípodas de las inclinaciones creativas del autor.

Nadie puede evitar, y es sano que así suceda, que cada libro publicado sea sometido a interpretaciones distintas en función de la época y el contexto en el que se consume. Montaigne, verbigracia, es distinto para un lector actual que para un contemporáneo de D’Annunzio, por no hablar de las discrepancias que puede despertar una misma lectura entre personas que comparten edad, condición y hasta país y herencia genética. En eso, por más aberrantes y reducidos que resulten últimamente algunos juicios, consiste la filología -tal vez también la vida- y la diversidad. Pero la tolerancia en literatura también tiene sus líneas rojas. Y quizá lo más difícil de aceptar sea, junto a la censura y el fanatismo de las hogueras, la manipulación de un texto. Especialmente, si, como ha ocurrido demasiados años con Emily Dickinson, no hay ni billete de entrada ni camino de regreso a la obra original. La gran poeta de Amherst, Massachussets, vivió fuertemente condicionada por la mojigatería santurrona y machista de la sociedad de Nueva Inglaterra, no ajena ni mucho menos -pese a su famosa frase «publicar es subastar la mente del hombre»- a su renuncia radical a dar a conocer sus poemas; un corpus formado por más de 1.800 escritos que fueron rescatados a la muerte de la autora por su hermana menor. Y que llegaron prácticamente a nuestros días con graves e intolerables dosis de ocultamiento: el practicado por sus editores, que no sólo se tomaron licencias de estilo, sino que se preocuparon por transformar aspectos esenciales de la personalidad y el discurso de la poeta. Sobre todo, en lo tocante al relato y a las alusiones al incesto que padeció y a la que probablemente sea la figura central de su vida y la destinataria de buena parte de su producción y correspondencia: su amante y cuñada Susan Huntington Gilbert.

‘Poemas y cartas 1-600’Emily Dickinson en estado salvaje

‘Poemas y cartas 1-600’Emily Dickinson en estado salvaje / Lucas Martín

Leyendo el extenso y prolijo volumen de su obra que han publicado las editoras de Sabina, el primero en español que bebe directamente de los manuscritos de la autora, compilados al fin y después de innúmeros avatares en fuentes de acceso libre y digital, uno toma conciencia de la gravedad de la mutilación. Que Emily Dickinson, a quien ya glosó Juan Ramón Jiménez, sea considerada desde hace décadas como una de las cimas de la poesía estadounidense habla muy bien de la fuerza y originalidad de su poesía. Pero si se coteja lo que se conocía hasta ahora -gracias a la tenacidad de investigadores y a traductores como Silvina Ocampo, por cierto- con todo lo que aporta este nuevo libro ‘Poemas y cartas 1-600’, trasvasado al idioma por Ana Mañeru Méndez y Carmen Oliart Delgado de Torres, se advierte instantáneamente la pérdida irreparable que sufrieron millares de lectores de Dickinson, que nunca pudieron enfrentarse a un encuentro con la autora sin ningún tipo de intermediación o sima violenta. Por eso es justo celebrar la tarea asumida por Sabina, que ya cuenta con una extensa y concienzuda colección de Dickinson, y que en los últimos años ha dado rienda suelta un proyecto tan ciclópeo como necesario en términos de reparación: acercar a los lectores la versión más fiel posible a los manuscritos de la poeta. Un trabajo que no sólo merece respeto por su seriedad bibliográfica, sino por el resultado, que llega a escalas de gran conquista en este libro. Precisamente, porque las incisiones y omisiones que arrastraba la poesía de Dickinson afectaban de lleno a la parte más salvaje y genuina de su escritura. Descubrir sin trabas esa colección de poesía, concebida en años de confinamiento supuestamente voluntario y escrita en todo tipo de superficies de papel, es sinónimo de acariciar en todo su esplendor un proyecto mayúsculo. Frente a los versos entrecortados, el capricho de su sistema de puntuación, absolutamente personal, y su tono, en ocasiones doméstico y en otros oracular, se asiste a aquello que la propia Dickinson definía como verdadera poesía: la sensación física de que algo te rebana la tapa del cerebro. Una impresión que una vez más evidencia la ambición del edificio literario que levantó la autora, casi siempre desde su dormitorio o en el jardín de la casa familiar, atenta al bullicio de la naturaleza y de su propio espíritu, llegando a ser asombrosamente moderna y universal sin necesidad de grandes estímulos y aspavientos. Esa literatura a la que se dedicaba con la misma pasión que a la botánica y que, como los grandes clásicos, crece y se basta a sí misma. Puede que Emily Dickinson no quisiera publicar sus poemas, pero, en lo que respecta a este volumen, seguro que se sentiría frente a un espejo. O, como mínimo, por fin en los dominios de la habitación propia.

Poemas y cartas 1-600

Autora: Emily Dickinson

Editorial: Sabina

Traducción: Ana Mañeru Méndez y Carmen Oliart 

Precio: 32,00 €

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