Autobiografía

Max Aub: Diarios del exilio

Toda la gran talla intelectual del escritor Max Aub se descubre con claridad en sus ‘Diarios 1939-1972’, que en una impresionante edición acaba de reeditar Renacimiento y que resulta necesario leer para apreciar el exilio intelectual de uno de nuestros escritores más injustamente olvidados

Max Aub con algunos de sus nietos, en Cuernavaca, México, 1958.

Max Aub con algunos de sus nietos, en Cuernavaca, México, 1958. / Javier García Recio

Max Aub, el escritor español con más talla intelectual de la segunda mitad del siglo XX , nos enseña desde la altura de su magna obra literaria, teatral, ensayística y poética que la victoria del franquismo que le obligó al exilio permanente y extirpó de la historia de la literatura española su nombre -como el de tantos- solo pudo vencer al hombre no al creador, que mantuvo siempre su voluntad de dejar su sello y su impronta en la historia literaria de España.

Es esta voluntad de ocupar un lugar en la historia de la literatura el hilo del collar (que diría Flaubert) que recorre y engarza las páginas de los ‘Diarios’ de Max Aub, que en una impresionante edición acaba de publicar Renacimiento con una rigurosa y detallada edición a cargo del catedrático de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Barcelona, Manuel Aznar.

Resulta natural quedar sobrecogido con la lectura de estos diarios que son los de un hombre que, pese al exilio, el desarraigo o los golpes políticos, mantiene un discurso intelectual de enorme altura y todo un corpus de pensamiento ideológico que, aunque trufado de un pesimismo que le persiguió siempre, conserva la vigencia del gran pensador y lo hacen uno de los mejores diarios de nuestra literatura contemporánea.

Los Diarios de Aub son los de un intelectual que sigue con interés los acontecimientos políticos y literarios, con interesantes reflexiones sobre la literatura y los escritores del momento. En ellos Aub deja constancia de su llegada a París en los últimos días de la Guerra Civil, de sus detenciones, de su paso por los campos de concentración en Francia y Argelia, de sus viajes por Europa, y los que le llevaron a la Cuba de Fidel Castro y a Israel, de sus contactos con otros exiliados españoles, como el poeta León Felipe y de sus continuas reflexiones sobre literatura, y arte y por supuesto de su vida en México, su país de acogida; también sobre su vida familiar y domestica y sus dificultades económicas durante los primeros años en México reflejados el 29 de julio de 1949 en que lamenta no tener dinero para un regalo a su hija Carmen que cumple 12 años: «No tengo dinero. Lo único que te deseo es que vivas en un mundo en el cual, cuando tu hijo cumpla doce años, no sea un problema no tener dinero para hacerle un regalo».

El conjunto de escritos que componen estos Diarios abarcan desde el 2 de febrero de 1939 en que inicia el exilio hasta los días previos a su muerte en julio de 1972 en la capital de México.

Queda fuera, pues ya se editó anteriormente La gallina ciega, su diario sobre su viaje a España donde Aub reflejaba con honda desesperanza y desilusión histórica su vuelta a la España franquista, entre el 23 de agosto y el 4 de noviembre de 1969, tras treinta años de exilio.

Huida y detenciones

El periodo más convulso, trágico y peligroso del escritor es el que va de febrero de 1939 hasta su llegada a México en octubre de 1942. Desde febrero de 1939 hasta abril de 1940 residió en París. Allí escribió 'Campo cerrado', la primera novela de las cinco que compondrían El laberinto mágico. Luego fue detenido el 5 de abril, internado en el campo de Roland Garros y liberado en seguida, pero de finales de mayo a finales de noviembre los pasa detenido por extranjero indeseable en el campo de Vernet d’Ariege; liberado se instala en Marsella pero el mes de junio de 1941 vuelve a la cárcel de Niza. Es liberado y vuelto a detener en septiembre y trasladado al campo de Vernet d’Ariege y desde allí al campo de concentración de Djelfa, en Argelia. De allí finalmente escapó gracias a la ayuda de uno de los guardianes y logró llegar a Casablanca y coger un barco que le llevará a México. Durante este tiempo y pese a las dificultades y problemas que debe afrontar, Aub no deja de escribir. En este tiempo escribe 'Campo de sangre'; en Marsella escribe el drama teatral 'El rapto de Europa' y durante la travesía a Argel concibe 'San Juan', su obra de teatro más trágica; en el campo argelino escribe los poemas que compondrán 'Diario de Djefa'; y siempre que le es posible va escribiendo en su diario gracias al cual conocemos todos estos pormenores.

Su brújula vital siempre indica el norte literario. En 1954, con 50 años escribe: «lo que me importa es un lugar en la historia de la literatura. No prominente: no me importa; me conformo con ser segundón: estará ahí dejar constancia. Para estar ahí, para vivir cuando haya muerto». Y mas adelante, en 1968, insiste: «escribo para salvarme, -no de la muerte, de la vida-».

Mantiene su fidelidad al socialismo humanista: «mi socialismo nace de un sentimiento de solidaridad, de un deseo de que los que no tienen vivan mejor», que le lleva continuamente a denostar el comunismo: «el comunismo es un régimen de intelectuales y, como tal, atento ante todo a las manifestaciones del espíritu, pero no para darles ímpetu sino, al contrario, como es natural, para maniatarlas».

Pérdidas y dolor

Los Diarios reflejan también la dureza del exilio, el dolor de los camaradas que van muriendo: Emilio Prados, Esteban Salazar, Chapela, Luis Cernuda, Paulino Masip, León Felipe… pero también su fuerza vital para seguir: «Cuántos muertos a mi alrededor este otoño! Y, sin embargo, en el fondo sólo me importa la vida: ver lo que pasa, asombrarse del hecho fenomenal de haber nacido. Por eso mañana, en vez de ir al entierro de Juan de la Encina, iré a la fiesta del colegio de mis nietos. Morir no tiene más importancia -muy relativa- que para los demás».

Los Diarios dejan constancia de sus viajes, especialmente a Cuba e Israel. En enero de 1968 Aub fue invitado a participar en el Congreso Cultural de La Habana. La estancia se prolongaría dos meses tiempo en que el escritor pudo observar los logros y los límites de la revolución cubana y consignar sus impresiones. «Fidel baraja demagogia y verdad como jugador profesional. Se enfada, apacigua, burla a luz de todos».

Desde noviembre de 1966 a febrero de 1967, fue invitado por la Unesco para dar un curso de literatura, historia y cultura de México en la universidad hebrea de Jerusalén, que dado su condición familiar de judío, tenía una connotación especial. En su Diario dedica muchas páginas a las reflexiones de esta visita con sus críticas al gobierno sionista israelí y su odio a los árabes, su condena absoluta de los ortodoxos judíos y de su integrismo fatal, el signo extremadamente racista y finalmente constata su desencuentro total con lo judío. «Creí que tenía algo de judío no por la sangre sino por la religión de mis antepasados. Y vine aquí con la idea de que iba a resentir algo. Y no hubo nada, nada tengo que ver con estas gentes. No, no tengo nada de judío».

Hay más, mucho más en estos Diarios que abarcan mas de treinta años en la vida de uno de los grandes intelectuales de España, marcada por el exilio y el desarraigo y la condición de no rendirse nunca.

Max Aub  Diarios del exilio

Max Aub Diarios del exilio / Javier García Recio

Diarios. 1939-1972

  • Autor: Max Aub 
  • Editorial: Renacimiento 
  • Edición: Manuel Aznar
  • Precio: 47,41 €