La trayectoria de Antonio Guerola es lo más parecida a la de un ´niño prodigio´ de la administración. Llegó a ser gobernador civil de Zamora, Oviedo, Málaga, Cádiz, Sevilla, Granada y Barcelona, resumiendo este trabajo en 28 volúmenes, diez de ellos dedicados a los cinco años que estuvo alojado en la Aduana de Málaga. Las memorias malagueñas fueron publicadas en 1996 por la Fundación Sevillana.

Nacido en 1817 en Valencia, su hoja de servicios decía de él, cuando contaba 27 años: "Aptitud, mucha; aplicación, extremada; conducta moral, buena; conducta política, ídem". Se convirtió en gobernador civil de Málaga con 40 años, con la intención, cuenta, de pasar allí cuatro o cinco meses, que luego se convertirían en años y recordando Málaga como su "segunda patria".

Los malagueños de la época tampoco se olvidaron de él, sobre todo el Ayuntamiento, que recibió una avalancha de peticiones de este funcionario ejemplar para impulsar proyectos atascados, aunque no todos pudo llevarlos a buen fin. En una Málaga en la que a su juicio, el distrito de la Alameda estaba poblado por "clase activa, mercaderes y gran comercio, gente emprendora", mientras que en la Merced se encontraba la "clase media de propietarios y profesionales, poco o nada emprendedores", la otra mitad de la ciudad, al otro lado del río, se quedaba incomunicada en cada tromba. Por eso apostó por la canalización del Guadalmedina, "uno de los gritos de todo buen malagueño, no concibiéndose cómo obra tan necesaria no se ha ejecutado ya".

Su buena intención nada pudo hacer, sin embargo, por canalizar el río. Al menos, bajo su mandato se construyó el puente de hierro de Tetuán, llamado así porque se construyó coincidiendo con la victoria española en la Guerra de África. De este modo, la ciudad tenía otra alternativa al puente de Santo Domingo, "de madera, malo y ruinoso", resumía.

Urbanismo. También impulsó la traída de aguas de Torremolinos, contribuyó a la llegada del ferrocarril y trató de llevar a cabo la ampliación del Puerto y dos grandes proyectos urbanísticos para ´ensanchar´ Málaga: la prolongación de la calle de la Victoria hasta la Aduana (se haría mucho después con la calle Alcazabilla) y la prolongación de la Alameda hasta la estación de tren. Justificaba estas medidas porque en Málaga "apenas en una tercera parte de sus calles puede pasar un carruaje".

Gracias a Guerola comenzaron a desecarse las insanas lagunas del Ejido, se realizó un plano de la ciudad, el primero en 30 años y consiguió que se construyera un nuevo hospital provincial, desechando el antiguo que, con capacidad para 200 enfermos, albergaba 300, "ocupándose hasta los corredores".

Mientras se encargaba de mejorar todo lo que caía a su paso, tuvo que bregar con episodios como la Guerra de África (hubo que albergar a 15.000 soldados durante 40 días y montar hospitales), un brote de cólera, la insurrección de Loja y la visita de Isabel II, que conllevó el ´desalojo temporal´ de la Aduana, para ofrecérselo a la familia real como palacio.

Su papel fue tan destacado como su modestia, de ahí que el gobernador escribiera a los directores de los dos principales periódicos de Málaga para pedirles que ´moderaran´ los elogios a su persona. Al marcharse de la ciudad que tan bien gobernó escribió: "Dejé allí grandes afecciones de cariño y amistad, y recuerdos que durarán toda mi vida". A la vista de su trabajo, si no hizo más fue porque no pudo luchar contra los ´elementos´ de la administración.