Cambio climático, sequía, lluvias torrenciales, contaminación atmosférica. La Costa del Sol siempre ha presumido de su naturaleza privilegiada, bañada al mismo tiempo por el mar y por el aire de la sierra. Sin embargo, en las próximas décadas se enfrenta a una ingente cantidad de desafíos medioambientales; cuestiones a las que tendrá que responder y frente a las que parte, en ocasiones, con un trote desasistido, aunque todavía subsanable.

Málaga, pese a la conciencia de los últimos años, acusa deterioro. José Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga, alude a la forestación pendiente y a problemas subsidiarios como la desertización, la erosión y la degradación del suelo. El campo de la provincia, como también reseña Antonio Troya, de la UICN, no sólo no retiene las emisoras de dióxido de carbono, sino tampoco el agua de lluvia que desciende por los montes, lo que provoca que se agraven las consecuencias de las ineducaciones. Una amenaza que se afila si se advierten las nuevas pautas climáticas que arrastra el calentamiento planetario. «La tendencia apunta a registros más extremos y, sobre todo, a menos cantidad de lluvia», declara Troya.

Muchos de los retos relacionados con el medio ambiente señalan a problemas que desparraman claramente su influencia sobre otros órdenes. Es el caso de los excesos del ladrillo, que han socavado el potencial de las playas, en algunos casos, obligando, incluso, a recomponer de manera artificial el paisaje. Juan de Dios Fernández, responsable de Greenpeace en Andalucía, se queja de proyectos como la ampliación de los puertos deportivos y acentúa la importancia de la falta de saneamiento de las aguas, que ya ha merecido el reproche de la Unión Europea.

También menciona otras dos variables que, de consumarse, podrían agravar notablemente la situación medioambiental de la provincia: el vertido de hidrocarburos cerca de los acuíferos de Las Castañetas y las prospecciones de Repsol en el mar de Alborán, que han sido autorizadas en su fase previa de estudio. Algo que no consuela a Fernández, que recuerda que el desastre del Golfo de México se produjo precisamente en los estudios iniciales. «Dudo mucho que la empresa asuma los costes sin garantías de que va a poder explotar los posibles yacimientos», resalta.

Jorge Baro, del Centro Oceanográfico de Málaga, apunta a la necesidad de gestionar con equilibrio los recursos marinos. «Cuando se habla de turismo a menudo se alude a los grandes hoteles y a los puertos deportivos, pero todo eso, sin medio ambiente, no se puede lograr», resalta. Los expertos resaltan la tendencia del nivel del mar, que sigue avanzando, lo que podría arrebatar espacio a las playas. «Se olvida que el patrimonio natural es economía y es calidad de vida», sintetiza Ruiz Sinoga. Ahora, justamente ahora, no es momento de cruzarse de brazos.