J. R. C. se enfrenta a 26 años de prisión por matar a su exmujer, Susana Galeote, el 15 de febrero de 2011, a hachazos y cuchilladas. Pese al incierto futuro que tiene ante sí y la dureza de los hechos, el acusado hizo ayer una declaración en la primera sesión del juicio que sorprendió al público y al Tribunal por su frialdad y ciertas sonrisas intercaladas entre afirmación y divagación. En concreto, el procesado llegó a decir ayer que estaba a primera hora de la mañana del día de autos en la calle Villafranco con un hacha y un cuchillo porque iba a coger esquejes para hacer bonsáis.

El crimen fue tan impactante que los miembros de la Policía Científica que analizaron la escena a duras penas pudieron hacer su labor. «Estaba en esa calle para acceder a un riachuelo cercano y coger esquejes para bonsáis», dijo a preguntas de la fiscal de Violencia de Género, Flor de Torres, especialmente incisiva en un interrogatorio con el que no sólo trataba de demostrar que había planeado el asesinato, sino el horror en el que el acusado convirtió la vida de su expareja.

«El cuchillo y el hacha eran los útiles necesarios», precisó. La pareja se separó en 2010, y en julio de ese año fue condenado por dos delitos de violencia de género a 14 meses de cárcel; también se le condenó a no poder acercarse a su pareja durante 16 meses.

«¿Cómo se llamaba el colegio de su hija?», le preguntó la fiscal, a lo que el acusado contestó con una media sonrisa: «A mi hija la he criado yo», aunque luego no pudo precisar el nombre del centro escolar en el que cursa sus estudios la pequeña, nacida en 2005. No lo sabía, insistió, porque nadie le informó de ello. Sin embargo, la escena del crimen, en la barriada de El Palo, está a escasos metros del colegio y días antes del asesinato, según algunos testimonios referidos por las partes, se le pudo ver en sus inmediaciones.

El acusado, vestido de riguroso negro y esposado, reconoció que en el juicio de abril de 2010 admitió que había maltratado a su exmujer porque su abogado se lo aconsejó, pero aclaró que no estaba de acuerdo con esa sentencia.

También señaló que se cayó de las escaleras días antes del asesinato, lo que le produjo un traumatismo en la cabeza de carácter grave. «A partir de ese momento recuerdo el pitido de la emisora del coche de policía, que me hizo darme cuenta de dónde estaba», precisó.

Además, insistió en que antes del 15 de febrero de 2011, fecha de autos, pidió a su médico de cabecera que le enviara al psiquiatra porque estaba muy deprimido, y apuntó que consumía alcohol, lo que hizo incluso la noche anterior al crimen. Eso sí, no dio detalles de lo ocurrido porque dijo tener «lagunas mentales» y que no recuerda muchas cosas de aquellas fechas.

La fiscal le atacó de nuevo dejándole claro que el fiscal refleja en los informes que él no tenía ningún padecimiento, a lo que contestó: «El forense se equivoca en el informe».

De Torres le cuestionó también por la época previa a la ruptura y le preguntó si la amenazaba de muerte cuando ella empezó a trabajar. «No, ella es libre para trabajar, iba y venía donde quería», relató.

Algunos testigos, recordó la fiscal, lo vieron siguiendo a Susana con gabardina y una gorra poco antes del asesinato. «Es de película. Es increíble que una persona en esa situación no denuncie los hechos a la policía», denunció.

El presidente del Tribunal, Fernando González Zubieta, le indicó: «A la Sala le sorprende ver esa frialdad en usted, y que sonría varias veces en una cosa seria. Ya sabemos que quiere ser usted protagonista de todo, pero ¿siente lo que le ha pasado a su mujer?», a lo que el encausado contestó: «Sí, me da mucha pena por mi hija». Y añadió: «No sabía que a una persona se le condenara por expresar sus sentimientos».

Uno de los agentes que inspeccionó el lugar destacó la crueldad del crimen, y que el episodio se produjo en dos instantes: uno primero, en el que le dio varios golpes «fuertes en el cráneo» con el hacha, que se partió en dos, y un segundo en el que ella, tras huir unos metros, apoyó su espalda contra la pared y fue acuchillada en el cuello.

Tres testigos presenciales de los hechos indicaron que escucharon gritos y vieron cómo el hombre golpeaba a la mujer con el hacha, que llegó a partirse en dos. Ella, que venía de dejar a su hija en el colegio, trató de huir pero no pudo. Uno de ellos explicó que volvió la cara porque no podía soportar lo que sucedía, y otro le gritó: «Suéltala ya, déjala y vete», pero el encausado no le hizo caso. Hoy continúa el juicio.

Abogados que no preguntan nada Llamó la atención ayer en el juicio que ni la abogada de la Junta de Andalucía ni el del Estado hicieron ninguna pregunta al acusado, J. R. C., por el crimen. Esta actitud es la habitual en juicios de suma gravedad por malos tratos e incluso en procesos de otra temática, pese a que en el momento en el que acaece el asesinato o el homicidio en cuestión buena parte de las administraciones públicas se aprestan a anunciar su personación como acusaciones populares o particulares con el fin de defender a la víctima y en nombre de la política contra la violencia de género. Los más insistentes ayer, a la hora de interrogar, fueron la fiscal Flor de Torres, el abogado de la familia y el letrado defensor, que pide cinco años para su cliente por alteración psíquica.