A comienzos del XIX, la calle Álamos era una de las de más lustre de la ciudad. En ella vivían personajes como Tomás Livermore, el suegro de Manuel Agustín Heredia y del marqués de Salamanca.

En una de estas mansiones de la burguesía, de tres plantas, la que hoy luce el número 41, una familia con bastantes posibles decidió adornar dos de sus salones del primer piso con pinturas al estilo de Pompeya y Herculano, las famosas excavaciones llevadas a cabo décadas antes en el sur de Italia gracias al rey español Carlos III.

Dos siglos más tarde, el colorido estilo neopompeyano ha salido a la luz en esta casa de Málaga construida en el XVIII, y ha sido posible gracias a las obras de reforma para convertirla en hotel.

Y una sorpresa más: en estos dos salones han aparecido tres grandes pinturas murales al temple con paisajes y escenas costumbristas. Como confiesa Beatriz Martín, de la empresa granadina Tarma Restauración y Patrimonio, que lleva a cabo los trabajos de restauración, «no conozco en Málaga una casa con estas pinturas».

Falsas columnas dóricas sostienen hileras de grecas y en el techo, de bovedilla, los motivos vegetales recorren ambos salones que, es muy probable, acogieran en su día fiestas, recitales de música y reuniones sociales.

«Las decoraciones de zócalos, las molduras, las grecas... entran en un conjunto decorativo más normal, lo que es verdaderamente singular son los cuadros pictóricos de las paredes», explica la restauradora.

Las pinturas aparecieron debajo de muchas capas de revestimiento de cal; en uno de los casos, demasiado tarde, porque en lo que será la cabecera de uno de los dormitorios del hotel sólo queda el arranque vegetal de lo que bien podía haber sido un cuarto mural, perdido al picarse la pared.

En todo caso, como recalca la restauradora, el propietario ha decidido recuperar las supervivientes y gastarse un dinero, cuando, según la normativa actual, las únicas que ahora mismo tienen protección son las pinturas que aparecen en las fachadas.

En cuanto a los murales, el primero es un paisaje solitario y los otros dos, sendas escenas a la orilla del mar, en las que destacan la costa escarpada con torres vigía, un castillo en una de ellas y un grupo de mujeres y hombres, algunos de los cuales se dedican a la pesca.

«Creo que era un artista que tenía un conocimiento de la perspectiva, los colores y los tonos, también se nota en cómo pinta a los pescadores y las sombras», explica Beatriz Martín.

Desde 1999, Tarma trabaja en Málaga. Esta empresa de Granada ha sido la encargada de restaurar las iglesias de Santiago, San Juan y San Felipe Neri y recientemente, la fuente del Acueducto de San Telmo de Capuchinos.

Beatriz, que acaba de restaurar una torre del siglo XIII en Castellón, calcula que en Málaga han podido recuperar «unas 25 ó 30 fachadas».

También está siendo restaurada, y a punto de finalizar, la fachada de esta mansión de calle Álamos, que tiene la particularidad de lucir casi dos tercios con decoración de arquitectura fingida del XVIII (hileras de ladrillos) y un tercio con decoración ya decimonónica, para la restauradora, de la primera mitad del XIX, cuando todavía colea el barroco tardío y no se ha puesto de moda eliminar de un brochazo estas decoraciones.

A la hora de restaurar las pinturas, explica que ha seguido la tendencia actual de diferenciar la parte restaurada de la original y así, se distingue la parte nueva porque está ligeramente rayada (la técnica se llama igatino).

Además, la casa, que cuenta con patio central con columnas y hasta con un sótano con tinajones originales, exhibe en el interior una decoración pictórica más reciente, probablemente de plantilla, la elegida por los restauradores por su mejor conservación, pues había más capas de decoración.

El esplendor de calle Álamos vuelve dos siglos después.