Mientras Pedro Sánchez trata de hacer una pirueta mortal en el Estado para conformar un Gobierno sólido y creíble en Madrid, tratando, por un lado, de moderar a Pablo Iglesias y los suyos y, por otro, lograr el apoyo de ERC, sin vender el futuro común de los españoles y sin traicionar la unidad constitucionalista, en Andalucía, tras el cambio de Gobierno en la Junta, el patio también está revuelto merced a dos problemas de alcance: la sentencia del caso ERE, que ha hecho tambalear los cimientos de la autonomía, y la situación que atraviesa la sanidad pública, un día sí y otro también en los papeles, con el PSOE andaluz apuntando a todo lo que se mueva y el PP y Cs defendiendo una gestión indefendible, al menos por ahora, y justificando los parches y recortes en la herencia que les legó Susana Díaz. La trianera ha escondido la cabeza en el hoyo, como las avestruces, y prefiere no decir esta boca es mía después de la tormenta mediática desatada tras el fallo de la Audiencia Provincial de Sevilla, en el que se condena a dos decenas de exaltos cargos de la comunidad y, entre ellos, a dos expresidentes, los otrora poderosos José Antonio Griñán y Manuel Chaves.

El caso es que la vergonzante sentencia y la situación por la que atraviesa la sanidad pública andaluza se convirtieron en el pleno de jueves en asuntos estrella, porque la sesión plenaria del Consistorio, al menos en los últimos meses, reproduce y mimetiza los temas principales de la agenda política y es, en sí misma, un termómetro magnífico para medir la salud de los partidos andaluces. El jueves se habló poco de Málaga y mucho de la situación andaluza, de esos dos males endémicos, de la herencia socialista y de lo que han recibido populares y naranjas en San Telmo. Y, claro, subió la temperatura y cada uno hizo lo que debía para con sus filas.

Noelia Losada, portavoz municipal de Cs, y Elisa Pérez de Siles, su homónima en el PP, aprovecharon la partida para colar, por orden de Madrid, dos mociones en las que se instaba a que la Junta pusiera a punto los mecanismos existentes para tratar de recuperar lo que se pueda de los 680 millones de euros que se hicieron pasar por el conducto B y engrasar a empresas de amiguetes y a intrusos, algo complicado, sobre todo porque la sentencia no precisa quién o cómo deben devolverse estos fondos, lo que, por sí mismo, a este cronista le parece un escándalo; se pedía reprobar, en esas iniciativas, la actuación del Gobierno andaluz socialista durante una década, de 2000 a 2009, y, en la de los naranjas, se solicitaba además la dimisión de Susana Díaz de su escaño y de su cargo en el PSOE.

El caso es que Adelante Málaga, que está haciendo más o menos lo mismo en el Parlamento andaluz, se sumó a las iniciativas del PP y Cs, pero no apoyó la petición de dimisión de Díaz, que sí salió adelante porque populares y liberales suman dieciséis votos, mayoría absoluta, para aprobar lo que decidan. Y el debate, por cierto, fue de aúpa. Hubo crispación, interpelaciones continuas entre las bancadas de izquierda y derecha, malos modos, críticas ácidas y cruces de acusaciones. Por un lado, los populares y Cs dijeron que el grupo municipal Socialista, liderado por Daniel Pérez, tenía una oportunidad de oro para manifestarse de forma inequívoca contra las prácticas corruptas, pero el político de Miraflores fue listo y no entró en el abrazo del oso que le habían preparado Losada y Pérez de Siles. Es más, el día anterior, en la rueda de prensa tradicional previa al Pleno, él mismo sacó el asunto a la luz de los medios, lamentó lo sucedido, pero golpeó con intención: vino a decir que el PP, el único partido por corrupción en Europa por el caso Gürtel, no estaba para dar muchas lecciones de nada. Y se preguntó, por cierto, si el PP malagueño condenó esa pieza de corrupción cuando acaeció. El discurso de Pérez es complicado en esta tesitura, pero fue solvente, al igual que estuvieron atinadas Pérez de Siles y Noelia Losada en la emboscada conjunta que tendieron a los socialistas. Todo quedó en tablas. Pérez eludió el debate en la sesión y le cedió el puesto a Mariano Ruiz Araújo, el tipo del bazuca, que aseguró tener 15 años cuando estalló el caso ERE, y que sancionó el intento del equipo de gobierno de hacer de este sumario la Gürtel del PSOE, cuando en la acera contraria, dijo, hay «másteres» en la cosa nostra pública.

Eduardo Zorrilla, líder de Adelante Málaga en el Ayuntamiento, estuvo salomónico y flemático: por un lado arreó de lo lindo al PSOE, porque el dinero se usó para comprar la paz social, pero luego calificó de vergonzoso que el PP, por lo que ya hemos dicho, y Cs, «sostén de la extrema derecha», presentasen una moción de esta naturaleza.

Luego, la cosa siguió caldeada por una moción de los socialistas relativa al pequeño comercio, cuyos trabajadores tratan de evitar la historia de la zona de gran afluencia turística de la capital porque al final. Cuando alguien recurre a la libertad horaria, acaban pagando los curritos. Pérez azuzó a los sindicalistas que acudieron a apoyar a su moción y el alcalde, Francisco de la Torre, se sumó a las peticiones del PSOE en relación a consensuar en el consejo sectorial los horarios comerciales. Hay 58.000 malagueños que trabajan en el sector, son muchos votos, aunque los postulados del equipo de gobierno sobre la libertad horaria han sido confirmados por el TSJA. Ese melón habrá que abrirlo, de nuevo, en pocos años. Y la respuesta social suscitará muchos decibelios.

Socialistas y los ediles de Adelante Málaga llevaron otras dos mociones sobre la inequívoca crisis que vive la sanidad pública andaluza. Para los populares, se debe todo a la herencia recibida; para los socialistas y los ediles de la confluencia todo se debe a una estrategia ideológica perfectamente pensada para empobrecer la calidad de la asistencia sanitaria y que los malagueños y los andaluces, poco a poco, se vean abocados a acabar en los brazos de la sanidad privada. Jacobo Florido, concejal del PP, habla poco, pero cuando lo hace es para hilar su fina ironía a la actualidad política y llamar a Daniel Pérez «alcalde virtual», como ocurre con la república catalana; este, desde su lugar como líder de la oposición, le respondió que no dijera más tonterías y Florido, el ariete escondido del PP, le confesó que le encantaba verlo así de nervioso. Es edificante ver en un pleno a políticos que pueden defender una moción sin tener que leer los papeles (el propio Pérez, Ruiz Araújo o Florido), pero tiene poca solución la falta de consenso en un tema central del Estado Social y de Derecho que se supone que somos como es la sanidad. Se puede discutir mucho, se puede defender, como hizo Florido, que las listas de espera con la nueva Junta se han acortado, que el esfuerzo presupuestario anual es mayor, como se ha constatado en los presupuestos de 2019 y 2020; argumentos, como digo, hay muchos, pero lo cierto es que el largo rosario de informaciones sobre la carestía de recursos humanos y materiales en los hospitales y centros de atención primaria es vergonzoso y hay que darle una solución. Paqui Macías, la sonrisa del Pleno, decidió regañar a sus compañeros y dijo estar avergonzada por el espectáculo dialéctico acaecido en el Salón de Plenos, que subió enteros cuando Florido vino a llamar, aunque sin decirlo claramente, fantasmas a los ediles del PSOE por las promesas de un hospital en la zona este de la ciudad que nunca llega; Ruiz Araújo pidió al alcalde que hiciera rectificar a su compañero, pero el regidor, que encarna la definición de verso suelto por antonomasia, se puso del lado de Juan Manuel Moreno, que no Bonilla, al menos por ahora, y cosió para casa. De Málaga se habló lo justo y, cuando se debatió sobre ella, los concejales lo hicieron para discutir sobre el futuro parque en los terrenos de Repsol y el CAC, dos temas que se perpetúan desde hace años en las agenda. Andan los concejales encendidos, como la calle Larios.