Crónicas de la ciudad

El prodigio de los pájaros en los cielos de Parcemasa

Como contrapeso a la tristeza que suele conllevar la visita al Parque Cementerio de Málaga, los nidos de golondrinas pueblan sus techos y columnas

Nido de golondrinas en San Gabriel esta semana, con una de las crías asomando.

Nido de golondrinas en San Gabriel esta semana, con una de las crías asomando. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Por algún extraño misterio del cosmos muchos programadores de televisión han desterrado de la parrilla las películas en blanco en negro.

Sólo canales como La 2 y algunas plataformas se apartan de tan cazurra moda y siguen ofreciendo obras maravillosas, sin importarles si fueron filmadas en color, en blanco y negro o en verde limón.

Una de ellas, ‘El prisionero de Alcatraz’, protagonizada por Burt Lancaster, narra la historia real de un recluso encerrado de por vida que un día curó a un pajarillo y, con el tiempo, la afición por las aves le convirtió en uno de los mejores ornitólogos del mundo.

A muchos niños que tuvieron la suerte de verla -pese a la tragedia de estar rodada en blanco y negro- gracias a ella se les despertó la afición por los pájaros.

¿Que diría el prisionero de Alcatraz si pudiera contemplar el espectáculo alado que todas las primaveras se forma en los cielos de Parcemasa, el cementerio principal de Málaga?

Burt Lancaster, probablemente, esbozaría una sonrisa al contemplar la exhibición de libertad de estos prodigios.

Porque las golondrinas, como los vencejos, mensajeras del buen tiempo en las alturas de Málaga, casi desde el nacimiento de Parcemasa-San Gabriel se sintieron como en casa.

Como saben, los edificios del complejo, no sólo la iglesia que lo preside, están sostenidos por recias y altivas columnas y los pájaros aprovechan la unión del fuste con el techo para construir sus nidos. De esta forma, la mayoría de las columnas del Parque Cementerio de Málaga están rodeadas de estas sobrias y preciosas ‘viviendas’.

Y lo cierto es que, dado que todo el mundo visita el lugar por motivos que poco tienen que ver con las uvas de fin de año, la presencia de esta barahúnda de alegres voladoras proporciona un poco de consuelo a los asistentes. Porque, por muy negras que estén las cosas, justo encima de sus cabezas tienen la constatación de que la vida sigue y con ella, la esperanza de que pueden mejorar.

Es clásica la imagen de los partícipes en un duelo que levantan la cabeza y, por unos segundos, olvidan las penas mientras contemplan las crías asomando la cabeza en los nidos mientras aguardan la dieta de insectos que sus progenitores cazan al vuelo o en los jardines vecinos.

Federico Souvirón, gerente de Parcemasa, informaba ayer de que en el Jardín del Recuerdo han colocado nidos de madera para que nidifiquen otros pajarillos. Un espectáculo bello y reparador. Sí, en Parcemasa.