Crónicas de la ciudad

La vida interior de los olvidados Asperones

Paco Hernández Negre se ha pasado más de un año conviviendo con los vecinos para hacer posible su emocionante exposición ‘Los Asperones. La dignidad olvidada’

Paco Hernández Negre, en un rincón de su exposición fotográfica.

Paco Hernández Negre, en un rincón de su exposición fotográfica. / L. O.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Paco Hernández Negre tiene una vocación doble, la de médico traumatólogo y mucho antes, desde la niñez, la de fotógrafo.

Sus fotos son memorables porque permanecen en la memoria de quienes las contemplan. El suyo es un trabajo de artesano, de monje cartujano con cámara al hombro, capaz de retratar la vida en el barrio victoriano de Lagunillas o como en este caso, de mostrar sin cortapisas la verdadera vida, también la vida interior, de los vecinos de Los Asperones.

Es lo que podemos ver en el Contenedor Cultural de Teatinos, Sala de exposiciones Espacio Cero (Bulevar Louis Pasteur, 23), hasta el 25 de junio. La exposición se titula ‘Asperones. La dignidad olvidada’ y las imágenes aquí mostradas sobrecogen y emocionan.

Lo de ‘monje cartujano’ con cámara al ristre no es un tópico: Paco ha estado más de un año visitando las tres fases de Los Asperones, de la mano del director del colegio de este asentamiento, el Colegio Público María de la O.

Esta convivencia con los vecinos le ha permitido retratar a fondo este insólito núcleo de viviendas, nacido en 1987 como un asentamiento temporal para antiguos chabolistas. La paradoja es que «con el tiempo, se ha ido generando un núcleo chabolista, lo que era un trocito de patio se ha hecho un cobertizo en el que viven más familias y hay chabolas verdaderamente infrahumanas», comentaba el jueves el fotógrafo.

Una primera parte de la exposición está enfocada en el lugar, un escenario de viviendas en su mayoría precarias, peleas de gallos y basura con las modernas instalaciones del metro de Málaga de fondo.

La segunda, centrada en las personas, nos muestra a los vecinos con nombre y apellidos, fotografías hermosas y conmovedoras que ponen cara a un vergonzoso gueto surcado, ironías del destino, por el arroyo de Pocapringue.

Es esperanzador el empuje institucional, parece que de una vez por todas, para que Los Asperones desaparezca y los vecinos puedan ser realojados. Sin duda, causa pudor caer en la cuenta de que la línea de autobús al moderno y reluciente Parque Tecnológico de Andalucía pasa por este barrio dividido en tres en el que, recuerda Paco Hernández Negre, «la mayoría sale adelante con la recogida de chatarra y el paro es brutal, superior al 70 por ciento».

Ojalá que está emocionante exposición, este dardo en el corazón del espectador sea el prolegómeno de la necesaria y urgente desaparición de Los Asperones.