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Crónicas de la Ciudad

De la música en el Centro y el bueno de Prometeo

La escucha reiterada y forzosa de música como acompañamiento de la jornada laboral y vital en el Centro se puede convertir en un inmerecido castigo mitológico

De la música en el Centro y el bueno de PrometeoC.C.

El grupo navarro Nuevos Hobbies tiene una instructiva canción titulada, paradójicamente, ‘La canción ha muerto’, en la que reivindica la escucha calmada de la música frente al consumo salteado y compulsivo de nuestros días, a golpe de clic, que deja tantas canciones inacabadas.

El consumo a toda pastilla, el picar de un sitio y de otro sin parar es el signo de los tiempos en casi todos los campos. Hace cerca de una década ya lo resumió El Roto en una preclara viñeta, en la que un personaje con auriculares y teléfono sentenciaba: «Gracias a las nuevas tecnologías me informo al segundo y lo olvido al instante».

Sin embargo, hay un rincón al sur de Europa donde el consumo de la música no sólo no se digiere en forma de picoteo superficial, sino que se presenta en un almuerzo interminable, en el que, una vez consumidos el postre y el café, se vuelve al primer plato, al segundo y así hasta la eternidad.

Tamaña oferta gastronómica, que parece inspirada en la película ‘Atrapado en el tiempo’ o en el castigo que Zeus, cabreado como un mono, le endiñó a Prometeo por sisar el fuego y entregárselo a los seres humanos, se escenifica todos los días en el Centro de Málaga.

La trabajadora de un céntrico museo de la ciudad se ha puesto en contacto con esta sección para, nunca mejor dicho, hacerse eco del cansancio psicológico de los trabajadores al escuchar, una y otra vez, desde el principio de los tiempos, a los músicos callejeros repitiendo su repertorio sin parar a lo largo de toda la jornada laboral.

Es un problema de difícil solución, puesto que estas actuaciones cuentan con permiso municipal y se trata de un medio de vida de los artistas, pero las consecuencias de tener el puesto de trabajo o la vivienda al lado de un músico que actúa para las personas que pasan de forma constante por la calle y no para los que curran a diario a pocos metros o viven allí se dejan notar.

En cualquier caso, estas molestias se podían mitigar con algunas medidas. Por ejemplo, que quienes actuaran tuvieran una calidad demostrable y no asesinaran, por decir algo, los temas más conocidos de la canción melódica española.

También podía estudiar el Ayuntamiento el rotar más a los músicos de sitio, la no necesidad de utilizar amplificador si el instrumento no lo requiere y así eliminar o en su caso rebajar decibelios o acompañamientos musicales grabados.

La música amansa a las fieras y es una fuente de ingresos pero escuchada de forma reiterada, como forzoso acompañamiento a quien vive o trabaja en el Centro, puede convertirse en castigo mitológico.

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