Crónicas de la ciudad

Magia y risas de la mano de dos geniales amigos

El dibujante malagueño Ángel Idígoras rescata en el carcajeante libro ‘El hombre que come pianos’, la vida y obra de Kayto, el mejor mago infantil de España

Un momento de la presentación el pasado lunes en el Centro Cultural de la calle Ollerías de ‘El hombre que come pianos’.  | A.V.

Un momento de la presentación el pasado lunes en el Centro Cultural de la calle Ollerías de ‘El hombre que come pianos’. | A.V. / Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

«Si tienes que comerte un piano para que el público se ría y esté a gusto, cómetelo, no lo dudes» le dijo un día su padre a Ricardo Belmar, de nombre artístico Kayto, reminiscencia del ‘Ricardito’ de su infancia.

El hijo le hizo caso y de hecho, al verlo actuar el pasado lunes en el escenario del Centro Cultural María Victoria Atencia de la calle Ollerías, daba la impresión de que Kayto, además del piano, se había comido toda la orquesta sinfónica.

Sus hechuras de niño grande y bien alimentado son las del mejor mago infantil de España, que cuenta entre sus admiradores con el gran Juan Tamariz o con Miguel Muñoz, que además de nombre de seleccionador nacional es como se llama un campeón del mundo de magia nacido en España.

El madrileño Kayto actuó en una sala repleta de niños y mayores con ganas de olvidarse por unos minutos de su fecha de nacimiento, porque con su buen amigo Ángel Idígoras, que como malagueño renacentista toca la guitarra, dibuja y además hace magia, presentó el libro conjunto ‘El hombre que come pianos’, de la joven editorial malagueña Maldragón.

La obra, en realidad, es una larga conversación, un diálogo, no precisamente de besugos, entre Ángel y Kayto, en el que se va desgranando la vida y milagros de este payaso que hace magia o de este mago metido a ‘clown’.

Es un intercambio casi de comedia clásica, chispeante, espontáneo y lleno de carcajadas, en el que poco a poco el lector va descubriendo cómo hace Kayto para fascinar al respetable, cómo despliega el arte de la improvisación y cómo se maneja con impredecibles niños en el escenario, algo tan complicado como rodar una película de Lassie.

Pero sobre todo, lo que late en este libro ‘risueño’ -en el mejor sentido de la palabra-es la historia rescatada del circo (y la magia) en España, por boca del descendiente de una familia histórica de circenses.

En ella, por cierto, abundan las anécdotas, como la trastada -sin graves consecuencias- que un león le hizo a un alcalde del Rincón de la Victoria de tiempos de Franco.

Ángel y Kayto aprovecharon la presentación, no sólo para hacer trucos de magia, también para escenificar un número cómico, ambientado en un castillo de fantasmas, que el mago payaso realizaba en sus tiempos mozos con su padre. Ese mismo número, desgranado en viñetas de Idígoras, también puede disfrutarse en ‘El hombre que come pianos’, un libro a dos voces, con capítulos de disparatados ecos cervantinos y el buen hacer de dos amigos geniales.