Memorias de Málaga

El cenachero y el biznaguero

Del famoso cenachero sólo queda su estatua junto a la plaza de la Marina, obra de Jaime Pimentel. El biznaguero, además de contar con su escultura en los jardines del Ayuntamiento, reaparece cada verano con la flor de un día

Antonio Galdeano, uno de los últimos cenacheros de Málaga, en una foto de 2007.

Antonio Galdeano, uno de los últimos cenacheros de Málaga, en una foto de 2007. / Carlos Criado

Guillermo Jiménez Smerdou

S i hay dos figuras que representan de alguna manera a Málaga esas dos son la de dos tipos populares, inmortalizadas precisamente por un escultor malagueño admirado no solo en nuestra ciudad sino también en el extranjero. Me refiero a Jaime Pimentel, al que hace muchos que no veo, pero que creo que goza de buena salud.

Las dos obras señeras del escultor son El Cenachero y El Biznaguero, la primera colocada en la Acera de la Marina y la segunda en los jardines situados frente al Ayuntamiento. Aparte de estas dos esculturas o estatuas, la capital goza de otras obras suyas, como el Burrito de Platero a la entrada del Parque, una de Juan Breva, … y la gentil Niña de Benalmádena que se exhibe en una fuente de Benalmádena-Pueblo.

El Cenachero

De la vida cotidiana de Málaga desapareció hace bastantes años el vendedor callejero de pescado, un tipo popular y querido por los ciudadanos, porque iba pregonando el pescado fresco acabado de ser sacado del mar con el arte o sistema conocido como el copo. Las capturas realizadas en las playas de La Malagueta, Pedregalejo, Las Acacias, El Palo y Huelin llegaban directamente a los hogares. Su presencia la anunciaba el propio cenachero con sus pregones: ¡Pescado fresco! Jureles, sardinas, boquerones, chanquetes… eran las especies más comunes.

La definición del cenachero me he permitido la licencia de copiarla del escritor malagueño Juan Cepas: «Vendedor ambulante de pescado, figura típica de Málaga; portaba su mercancía en dos cenachos de esparto que como una balanza llevaba colgados de los brazos en jarra. Su garrida estampa ha sido innumerables veces motivo de inspiración para pintores y escultores».

El que haya desaparecido la figura del vendedor ambulante, ataviado como pescador u hombre de la mar con las mangas de la camisa arremangadas, no significa que se haya olvidado. En la vida de nuestra ciudad la palabra ‘cenachero’ es venerada y respetada porque forma parte de nuestra personalidad.

Hay establecimientos con el nombre de El Cenachero, publicaciones con el mismo nombre… e incluso una peña que eligió este nombre para su identificación. Yo le tengo un gran respeto porque esta peña, ya disuelta, creó el premio Cenachero para premiar cada año a un periodista malagueño que ejerciera su profesión en Málaga y a otro que la desarrollara fuera de la capital. En el año 1982, los premios fueron para Alejo J. García (Radio Nacional de España en Madrid) y el de Málaga, al autor de estos recuerdos de la ciudad.

Si la Peña El Cenachero registró el nombre para un premio o distinción no lo sé. Quizá pueda utilizarlo cualquier entidad pública o privada para darle nombre a un concurso de pintura, poesía… o de cualquier otra manifestación artística.

El cenachero y el biznaguero

Biznaguero en la calle Larios, en una foto de archivo. / Gregorio Torres

El biznaguero

El biznaguero es el vendedor malagueño ambulante ataviado con traje típico (camisa blanca, pantalón ajustado y sombreo andaluz) que a la caída de la tarde en verano ofrece la flor conocida por biznaga, un adorno floral que se prepara insertando jazmines en tallos secos de una planta denominada biznaga, en los que se insertan jazmines y que pinchados en una penca a modo de bandeja, ofrece a los ciudadanos. Es flor de un día.

La costumbre de las malagueñas, al regresar a su casa después de haberla lucido cogida al pelo, es colocarla en el cabecero de la cama. Después de exhalar su perfume en el periodo tarde-noche, por la mañana aparece chuchurría, o sea, con los jazmines secos. La figura del biznaguero pertenece al acerbo popular.

El Festival de Cine Español, ahora «en Español», para distinguir a las películas, actores, técnicos, guionistas… de cada edición, creó los premios Biznaga, muy apreciados por los profesionales no solo españoles sino extranjeros que participan en la competición. Los hombres y mujeres del cine español sí saben cómo es una biznaga porque es un codiciado premio. Los premios Biznaga ya están consolidados como los Oscar, los Goya, los David de Donatello (de la Academia del Cine Italiano), Oso (Festival de Berlín), León (Festival de Venecia), Palma de Oro (Festival de Cannes)… Los premios Biznaga del Festival malagueño han cumplido un cuarto de siglo y están para quedarse, o sea, para seguir sin fecha de caducidad.

El cenachero y el biznaguero

Paco León, con la Biznaga del Festival en 2012. / EFE

El boquerón de plata

A los malagueños se nos conoce tierra adentro como boquerones. Es un apelativo cariñoso. A mí no me molesta. Al contrario, me siento agradecido. Sin embargo, es curioso que se eligiera al boquerón, que es un pez que abunda en todo el litoral español, para definir a los malagueños; hubiera sido más lógico recurrir a chanquete, que es más malagueño y casi exclusivo.

Un malagueño, que formó parte de la corporación local y ocupó la Concejalía de Fiestas, tuvo la idea, y que puso en práctica un poco en broma, de crear una distinción precisamente con el nombre de Boquerón de Plata.

La idea de Pepe Mena (quería ser Pepe y no José) tomó forma porque incluso redactó los estatutos y normas de la denominada Orden del Boquerón de Plata. Se diseñó una figura de un pez, un orfebre llevó a cabo el encargo y la única persona que podía conceder esta distinción fue el propio creador de la orden. Si no recuerdo mal, en los estatutos se recogía una cláusula que más o menos decía que el fundador, Pepe Mena, concedería el Boquerón de Plata «a quien a mí me dé la gana». La creación de la curiosa orden fue por el año 1946 o 1947.

No sé cuantas personas fueron distinguidas con la Orden del Boquerón de Plata, pero sí recuerdo algunas como el Rey Abdullah de Jordania, José María Pemán, Wenceslao Fernández Flores, Juanita Reina, el bailarín Antonio… y el actor José Nieto y este último lo recuerdo muy bien porque le impuso el ‘boquerón’ en el restaurante La Alegría el día que yo lo entrevistaba por dos razones; una, porque estaba rodando una película en Málaga y la otra porque había sido elegido para encarnar al dictador Stalin por su parecido físico y por dominar el inglés, porque la productora era inglesa y la película se iba a rodar en Londres. La película no llegó a rodarse. Supongo que la hija de Pepe Mena, Concha, tendrá, como heredera, todo el curioso legado de su padre. En la decoración del restaurante que tuvo con su marido en La Malagueta creo que se exhibía el rótulo original de la calle Boquerón de Plata.

Lo más pintoresco del uso de la palabra ‘boquerón’ lo descubrí por mera casualidad en un capítulo de la serie turca ‘Mujer’, pasada por Antena 3 Televisión. Era casi un culebrón por el número de capítulos. Pues bien, en uno de ellos, cuando se discutía qué nombre darle a un niño que iba a nacer, uno de los personajes apuntó: Boquerón.

La Farola

Que yo sepa no se ha utilizado para denominar un premio algo tan malagueño como La Farola. Creo que no hay premios Farola, ni distinciones con ese nombre, ni concursos de pintura, poesía, literatura…

Tiene como ventaja que es el único faro de España que está en femenino; imagino que las y los feministas apoyarían de forma entusiasta la propuesta, y si alguien la pone en práctica espero que no esté reservado a féminas. Igualdad ante todo.

Y si es para premiar, por ejemplo, cualquier actividad relacionada con Málaga, sus costumbres, sus encantos naturales, sus monumentos o escritos sobre nuestra ciudad, de antemano prometo que no me presentaré porque ya me siento pagado con ser leído en las páginas de La Opinión.

Ya este querido periódico me distinguió hace un par de años con uno de sus Premios Málaga.

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