Memorias de Málaga

Los nombres del cine Petit-Palais

Inaugurado en 1914, el cine de la calle Liborio García alternó las películas con la representación de obras de teatro. En plena Guerra Civil su propietario estuvo obligado a cambiarle el nombre por motivos políticos

El cine Petit-Palais, reconvertido ya en Alkázar.

El cine Petit-Palais, reconvertido ya en Alkázar. / L. O.

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Aunque el cine Petit-Palais se inauguró antes que el Goya, el Echegaray y Albéniz (cines de estreno) en esta serie dedicada a los cines de Málaga lo sitúo en cuarto lugar porque desde su apertura en 1914 y su cierre en 1965 alternó el estreno de películas con compañías de teatro, que incluso permanecían semanas con cambios casi a diario de repertorio.

Entre los años 1949 y siguientes pasaron por el pequeño escenario las compañías ‘Tres Ozores tres’, ‘De Benito’, ‘José Sazatornil’ y otras. Como el local estaba en el mismo centro de la capital (en la calle Liborio García, entre Larios y Nueva), gozaba de un público que residía a pocos metros del cine.

Antes de proseguir voy a explicar por qué cambió de nombre: de Petit-Palais pasó a denominarse Alkázar, con ka en lugar de con ce. En plena guerra civil (1936-1939) el régimen franquista, que no estaba reconocido por los gobiernos de Francia y el Reino Unido de la Gran Bretaña, decidió eliminar los nombres de los establecimientos y negocios que tuvieran relación con esos países; los nombres relacionados con Alemania, Italia y Portugal eran los preferidos o recomendados. El hotel Londres pasó a llamarse Lisboa, el hotel Royal eliminó la ele y lo dejó en Roya y al propietario del Petit-Palais se le conminó a que le cambiara el nombre. El empresario, don Luis Pérez, al parecer de ideas republicanas, accedió a regañadientes al cambio de nombre, y entre los más propicios para no enfadar a los dignatarios de entonces –Grumete, Somosierra, Belchite, Alcázar (por el famoso asedio del Alcázar de Toledo…)- optó por Alcázar…, pero cambió la ce por la ka y así nació Alkázar, para no relacionarlo con la hazaña del coronel Moscardó de no rendirse. Esta curiosa historia me la contó uno de los sobrinos de don Luis Pérez.

los nombres del cine petit-palais

La calle Liborio García, con el cine Petit-Palais a la izquierda. / Guillermo Jiménez Smerdou

La programación

Mis primeros contactos con el cine Alkázar datan de 1943, seis años antes de iniciarme en la crítica cinematográfica. Desde entonces hasta su cierre, la programación tenía un sello particular. Como competir con los más poderosos estaba fuera de sus posibilidades por el pequeño aforo (unas quinientas localidades, lo cual era poco en comparación con las grandes salas de la época), butacas nada cómodas, sin refrigeración, la programación se centró en la elección de películas procedentes de Argentina y México, las más populares del cine español, las inglesas, italianas, alemanas y francesas más baratas y las películas por jornadas… Precisamente mi primer contacto con el cine fue con motivo del estreno de Los tambores de Fu-Manchú, una de las más famosas películas por jornadas de aquellos años.

Los títulos de las cintas que se sucedían en la pantalla del cine de la calle Liborio García lo dicen todo: Cándida, Doña Bárbara, El cura gaucho, Me he de comer esa tuna, Canción de cuna, Stella, Flor silvestre, La abuelita, El más infeliz del pueblo, Pobre mi madre querida… y las españolas Embrujo, Macarena, Currito de la Cruz, El crimen de Pepe Conde…

No obstante, por visión del empresario, o por descuido de los otros tres cines que acaparaban las más comerciales, el Alkázar tuvo el privilegio de estrenar películas excepcionales, como Recuerda (dirigida por Alfred Hitchcock e interpretada por Ingrid Bergman y Gregory Peck), El delator (dirigida por John Ford e interpretada por Victor McLaglen), Larga es la noche, Rostro pálido, Noche de junio (la última película que hizo en Suecia Ingrid Bergman antes de trasladarse a Hollywood), Mister Arkadin (dirigida e interpretada por Orson Welles), Marcelino pan y vino y una de las películas más celebradas de la época: Solo ante el peligro, interpretada por Gary Cooper y Grace Kelly.

Durante años ocupó el cuarto lugar en número de estrenos. Después del Echegaray, Goya y Albéniz, que casi siempre superaban los cincuenta estrenos por año, el Alkázar nunca superó los treinta estrenos anuales. Siempre se movía en la veintena de novedades.

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Alfred Hitchcock en pleno rodaje. / L. O.

Mejor oírlas que verlas

Conocí a don Luis Pérez, propietario del Alkázar, cuando tuve la idea de retransmitir películas en mi espacio ‘Cine Invisible’ de Radio Nacional de España. Don Luis accedió sin entrar en más detalles. Era una nueva experiencia de resultados inimaginables. La segunda vez que retransmití una película, tras perderme por entre estrechos pasillos mal iluminados adornados con viejos carteles de películas y fotografías de artistas de teatro, llegué a su despacho, que estaba en la parte más lejana del edificio. Quería conocer las repercusiones favorables o desfavorables de las retransmisiones.

Me confesó que las películas que habíamos retransmitido desde su cine, al día siguiente de la radiación, lejos de resentirse la taquilla, tuvieron un aumento de espectadores.

Durante la animada charla llegamos a la conclusión que una película oída por la radio, si el asunto enganchaba, si los actores pronunciaban bien (no eran los actores porque muchos eran doblados), si la música era agradable y el locutor narraba bien lo que estaba sucediendo, ganaban en calidad porque los oyentes no captaban si los decorados eran de cartón piedra, si el montaje era defectuoso, si la actriz era guapa o no, si los escenarios eran bonitos, si la cámara se movía mejor o peor… Total, que en ocasiones es mejor oír una película que verla.

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