Crónicas de la ciudad
Reconstrucción postbélica en un rincón del Centro de Málaga
En el entorno de La Goleta, el barrio natal de Cánovas, conviven los solares y los edificios tapiados con obras para levantar o recuperar inmuebles
Antes eran las grandes películas o los videojuegos los que te transportaban con todo lujo de detalles a un entorno bélico fantasmagórico, aunque los más mayores todavía recuerden fogonazos de una Málaga sacudida por la Guerra Civil.
En nuestros días, con Ucrania atacada de nuevo por el líder vecino -un mediocre tirano imperialista- son diarias las imágenes de destrucción.
En una de las partes más olvidadas del Centro de Málaga estos días lo que parece palparse es una esperanzadora reconstrucción propia de la posguerra, después de lustros en los que este rincón de la ciudad podía haber protagonizado un videojuego o película ambientada en Sarajevo. Por eso, una vez más, hay que evocar el libro de fotografías de Pepe Ponce de hace un par de décadas, ‘Málaga, solar del Paraíso’, de esa ciudad natal de Picasso de solares y derrumbes.
Poco a poco, la zona de La Goleta, también conocida como el barrio de San Rafael, el que fuera el entorno del niño Antonio Cánovas del Castillo, sale de su decrepitud aunque está por ver si escapará de la gentrificación, pues no parece que se prepare para acoger a los vecinos antiguos que tuvieron que abandonar la zona.
De cualquier forma, al pasear por sus calles se aprecia la convivencia de solares con edificios abandonados pero también se escucha y observa el trajín de las obras de nuevas edificaciones.
Quizás una de las que mejor ejemplifica esta convivencia entre el pasado y el presente ‘postbélico’ sea la calle Viento, un nombre centenario que se le adjudicó, cuenta la leyenda, por la ventolera que soplaba en la vía.
Y así, en la calle Viento, justo en la esquina con la calle Cobertizo de Malaver, nos encontramos con una imponente casa del siglo XVIII con posibles pinturas murales, con sus balcones preñados pero cerrada a cal y canto o habría que decir, con muchos de sus huecos tapiados. Precisamente el lateral que da a la calle del Cobertizo luce descascarillado, demacrado y con media farola colgada de la esquina, como salido de los Desastre de la Guerra.
Sin embargo, a continuación hay un edificio de modernos apartamentos turísticos, con una hilera de macetones al pie para hacer más agradable el, todavía, complicado entorno.
Justo enfrente, se escucha el martilleo en una casa que se acondiciona y al lado se abre un estrecho solar, en el que asoma una segunda parcela, con un alto inmueble en estado de despedirse del mundo.
Pinceladas de una calle y un entorno en plena transformación, lo que no es poco, visto el historial de abandono.
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