Crónicas de la ciudad
El inframundo continúa en la trinitaria calle Covarrubias
La parte trasera del monasterio de las Clarisas y su confluencia con el Convento de la Trinidad sigue siendo un tugurio abandonado por nuestros políticos
Las vocaciones religiosas siguen cayendo en un mundo cada vez más materialista pero más caerán si los posibles candidatos, ya sean novicios o novicias, se dan una vuelta por el entorno de un antiguo y modesto convento de nuestra ciudad, todavía en uso.
Desde luego, en comparación con calle Larios estos andurriales de nuestra ciudad son Las Hurdes durante la famosa visita de Alfonso XIII -en la actualidad, el panorama de este precioso rincón de Cáceres ha cambiado como de la noche al día-.
Sirva esta comparación para que el lector curioso no se lleve un mal rato al visitar la calle trasera del Monasterio de Nuestra Señora de La Paz, de las monjas clarisas.
En realidad, este rincón de La Trinidad es un viejo conocido de esta sección porque en los últimos veinte años ha ido ganando en decrepitud, de ahí que los inspectores de la Expo 2027 ni lo hayan olido, para evitar, quién sabe, la eliminación directa de la candidatura de Málaga.
Hablamos, un año más de la calle Covarrubias, del mejorable homenaje de nuestra ciudad al gran lexicógrafo español, al que se le escaparía algún taco de ver cómo luce la vía con su nombre.
Eso sí, un solar cochambroso rico en gatos y basura fue acotado y limpiado hace tiempo, la única mejoría del paraje.
Porque es inexplicable que la trasera del monasterio de las clarisas lleve tantos años con unas colgaduras eléctricas de tiempos del inventor de la bombilla. Y todo ello aderezado con un frontal de grafitis que bien podía alguna institución, fundación o administración, en todos estos años, haberse ofrecido a limpiar por cuatro duros, dado que se trata de un convento de más de 150 años, ocupado desde 1864 por una comunidad de monjas de clausura, la misma orden que en su día estuvo en la plaza de la Merced, donde hoy se levantan las Casas de Campos.
Pero la mayor concentración de garrulez grafitera se concentra en la puerta trasera conventual, acribillada por homínidos malaguitas de manos prensiles, con el raciocinio suficiente como para dejar pintadas que ya estaban pasadas de moda en tiempos de Canalejas ('Ni Dios, ni Patria ni Rey').
El esperpento continúa calle Covarrubias adentro, hasta los muros del antiguo Convento y Cuartel de La Trinidad, otro maremágnum de rastrojos y restos de construcción también vetado para los inspectores de la Expo.
En suma, un rincón alejado de la civilización desde hace lustros, a años luz de la atención de nuestros políticos, prohombres y promujeres. Pobres vecinos de La Trinidad y pobres clarisas.
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