Memorias de Málaga

Grandes planes municipales

Desde los años 40 a nuestros días, las diferentes corporaciones municipales han desplegado sus esfuerzos para mejorar la ciudad. En todo este tiempo ha habido grandes aciertos pero también importantes errores

La calle Alcazabilla, en 2001, con la calzada libre de tráfico justo antes de las obras de peatonalización.

La calle Alcazabilla, en 2001, con la calzada libre de tráfico justo antes de las obras de peatonalización. / Rafael G. Relaño

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

A lo largo del tiempo, los sucesivos ayuntamientos de Málaga han desplegado todos sus esfuerzos para mejorar la ciudad. Pienso que en todas las capitales de provincias, ciudades, pueblos y villorrios, los responsables de los municipios han hecho lo mismo: luchar para mejorar el estado de cada lugar.

Los grandes proyectos de las corporaciones malagueñas han contribuido a transformar la ciudad; entre la Málaga de 1940 y la de 2022 hay diferencias que los que hemos vivido las dos épocas podemos valorar en toda su dimensión. El autor de estas líneas ha sido testigo de los grandes aciertos… y algunos desaciertos, dicho sea de paso.

Viví en la Málaga de los 40 del siglo pasado cuando un Ayuntamiento llevó a cabo una de las operaciones urbanísticas más trascendentales para el futuro de la ciudad, como fue la unión del Parque con la Alameda, porque entre las dos vías estaba enquistado lo que se conocía por ‘Cortina del Muelle’. Hasta que no se demolieron todas las edificaciones que separaban el Parque de la Alameda, el malagueño no tuvo conciencia de que ambas vías estaban alineadas y de que entre el puente de Tetuán y la fuente del Parque no había obstáculo alguno.

Se hizo la unión…, pero los solares resultantes de lo que fue la Cortina del Muelle quedaron sin destino, hasta el punto de que, durante varios años el Ayuntamiento de turno los alquilaba para montar circos, carricoches, verbenas y teatrillos ambulantes. La imagen no podía ser más desoladora.

No sé cuantos meses o años transcurrieron hasta que tres entes públicos y privados se decidieron a construir en lo que hoy es centro neurálgico de Málaga: la Acera de la Marina. El Banco Zaragozano, la Caja de Ahorros de Ronda y la Diputación Provincial fueron los que acometieron las costosas obras de las edificaciones que dieron el realce que los promotores de la unión del Parque y Alameda – las corporaciones de aquellos años- soñaron.

Para el que rememora esta historia, el proyecto fue el más arriesgado de cuantos se han llevado a cabo después.

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Plaza de la Marina, hacia 1950 / Guillermo Jiménez Smerdou

Las grandes obras

Sin orden cronológico, nuestro Ayuntamiento, sin distinción del color político de cada corporación, proyectó y ejecutó obras que fueron transformando la ciudad, hasta el punto de ser considerada como una de las mejores de mundo donde vivir… y mira que hay ciudades en los cinco continentes que nos deslumbran por su belleza, tradición, ambiente, acogida y todo lo que uno puede desear. 

Los alcaldes que presidieron la ciudad desde el lejano 1940 hasta 2022 fueron Enrique Gómez Rodríguez, Pedro Luis Alonso, Manuel Pérez Bryan, José Luis Estrada, (por segunda vez Pedro Luis Alonso), Francisco García Grana, Rafael Betés, Antonio Gutiérrez Mata, Cayetano Utrera, Luis Merino, Pedro Aparicio, Celia Villalobos y Francisco de la Torre. Cada uno hizo lo que pudo en su tiempo. A todos debemos muchas de las obras llevadas a buen fin.

Entre los proyectos llevados a cabo y que han ido contribuyendo a mejorar la ciudad, cito, por ejemplo, la creación de los Jardines de Puerta Oscura, primero, y después los que llevan el nombre de Pedro Luis Alonso, uno de los alcaldes que presidió la corporación en estos años de crecimiento y expansión de la ciudad.

Otra gran obra fue la prolongación de la Alameda, partiendo del puente de Tetuán hasta la plaza Manuel Azaña, de donde parten los ramales de las autovías a Torremolinos y la Universidad, con la conservación de los centenarios ficus de La Aurora, quizá con el error de que la autovía termine en el mismo centro de la ciudad.

El Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso con la regeneración de las playas de La Malagueta y La Caleta; la construcción del túnel de Monte Dorado, el túnel de Gibralfaro (que resolvió en parte el intenso tráfico en un importante sector de la capital), la peatonalización de la calle Alcazabilla, el puente de las Américas, la actuación en el Parque de Málaga, con la tala de los llamados plátanos orientales y reposición con especies que van lentamente devolviéndole el añorado ‘túnel’ entre las dos aceras, el nuevo paseo marítimo, al que se le ha dado el nombre de Antonio Banderas, un malagueño universal que lleva la antorcha de Málaga en todas sus actuaciones… No se puede ocultar la transformación de la calle Larios, un símbolo de Málaga. Parecía imposible el proyecto de cerrarla al tráfico y el proyecto fue un éxito.

La calle Larios, en el otoño de 2001, con tráfico de coches, antes de que esta vía fuese peatonalizada.

La calle Larios, en el otoño de 2001, con tráfico de coches, antes de que esta vía fuese peatonalizada.

Otro acierto ha sido la urbanización de la zona donde estuvo el Cortijo de Torres, que ha resuelto el problema de disponer de un lugar fijo donde montar la Feria de Agosto, y, de paso, en cualquier época del año celebrar conciertos multitudinarios y al mismo tiempo completar las instalaciones del Palacio de Ferias y Congresos, otro acierto municipal, con un edificio moderno que no desentona, porque está lejos del Centro Histórico. La urbanización del citado cortijo ha liberado la plaza de la Marina, Parque y Paseo de la Farola para la celebración de actos, exposiciones, pruebas deportivas muy variopintas.

También se ha recuperado lo que fue la Fábrica de Tabacos, donde una parte de los servicios municipales tienen su sede; en la actualidad acoge el Museo del Automóvil… y el Museo Ruso. La zona está en pleno desarrollo, ya que incluso se instalará una Universidad privada.

Hay más proyectos, ya terminados unos y otros en fase de estudio, que puede que lleguen a buen puerto.

Los errores

No todos los proyectos pueden considerarse éxitos, precisamente. Algunos no son, ni de lejos, dignos de aplauso y reconocimiento… y sí de lamento, porque ya no tienen arreglo, como las licencias que se concedieron para construir el hotel Málaga Palacio, que daña un lugar tan entrañable como los alrededores de la Catedral y Palacio Episcopal.

Si equivocada fue la concesión de la construcción del citado hotel, peor fue la construcción del edificio de no sé cuántas plantas en la zona de los Campos Elíseos, destrozando el panorama de una de las zonas más características de la ciudad, Gibralfaro, y al parecer edificado sin licencia municipal.

Otro error cometido fue la planificación de La Malagueta, que se rescató de su uso industrial; la concesión casi a voleo de licencias para construir edificios de mucha altura dio lugar a una zona saturada y sin posible solución. La única ‘posible’ fue la que apuntó un periodista no malagueño, pero que arraigó en Málaga, donde murió, tan contundente como definitiva: todos los edificios se caerán solos con el tiempo. La proximidad del mar tendrá sus consecuencias. Confío en que un tsunami originario del mar de Alborán no llegue a producirse nunca.

Muerden, por emplear un malagueñismo, algunas construcciones que se levantaron en la Alameda y en otras calles de centro de la capital. Málaga no es una ciudad monumental, pero lo que tenemos hay conservarlo, porque es lo poco que queda del siglo XIX.

Lo que está por venir

Hay cierto temor con respecto a los proyectos que se demoran en su aprobación y ejecución, porque la burocracia, las dudas, las divergencias, las presiones y los intereses de unos y otros los dejan en suspenso y se eternizan.

Málaga tardó casi un siglo, por ejemplo, en acometer la construcción del túnel de Gibralfaro. Están en mantillas los terrenos de Repsol, el aprovechamiento del Campamento Benítez, el destino del solar resultante de la demolición de los cines Victoria y Astoria, los cuarenta años en espera de la solución de los Baños del Carmen y sus alrededores … sin olvidar los cinco o seis siglos transcurridos desde las primeras ideas para domeñar el Guadalmedina. Y como malagueño defensor de la ciudad y su encanto, me gustaría que se empantanara sine die la construcción de la Torre del Puerto.

Lo que no se hizo… ni nunca se hará

Uno de los proyectos urbanísticos más ambiciosos de Málaga, que no se llevó a cabo ni lo hará nunca, fue el que redactó el que fuera arquitecto del Ayuntamiento de Málaga, José Joaquín González Edo. Su Plan Urbanístico de Málaga, que se aprobó en 1948, contemplaba nada menos que la prolongación de la calle Larios hasta El Ejido. Su ejecución suponía la demolición de edificios desde la plaza de la Constitución hasta una zona totalmente abandonada donde había chabolas y poco más. Solamente pensar que había que echar abajo el edificio de Marmolejo, entrar por Luis de Velázquez, Comedias… hasta llegar a El Ejido, hizo que el gran plan se considerara entonces irrealizable por su coste... y ahora más irrealizable aún, claro. Hubiera cambiado totalmente todo el entramado urbano. Un Plan tan espectacular como de imposible ejecución.

Ni el Ayuntamiento de Málaga de 1948 tenía dinero para llevarlo ni los sucesivos hasta 2022 lo contemplaron. Toda la documentación estará, supongo, en el Archivo Municipal o en el Provincial.