Memorias de Málaga

Nixon y el médico malagueño

El médico malagueño Antonio Rodríguez Antúnez recibió un día la llamada del presidente de los Estados Unidos Richard Nixon. Era un reputado oncólogo que nació en Almogía y estudió en el Colegio del Palo

El futuro médico Antonio Rodríguez Arribas, en el centro, con pantalón corto, en una foto de alumnos del Colegio San Estanislao en los años 40.

El futuro médico Antonio Rodríguez Arribas, en el centro, con pantalón corto, en una foto de alumnos del Colegio San Estanislao en los años 40. / Archivo Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Un día, al médico malagueño Antonio Rodríguez Antúnez, que se encontraba en la Cleveland Clinic, donde prestaba sus servicios, le pasaron el teléfono porque alguien quería hablar con él. Al preguntar (en inglés, por supuesto) quién era, la respuesta fue: «Soy Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos…».

Si la llamada la hubiera recibido en Málaga, hubiera pensado que se trataba de una broma de algún amigo; tratándose de Estados Unidos, una broma de este calibre es impensable.

El presidente de Estados Unidos, después de presentarse de forma tan inesperada, le comunicó al médico malagueño que tenía un amigo al que se le había detectado un cáncer y que quería que lo tratara.

Antonio Rodríguez Antúnez, malagueño, oriundo de Almogía, llevaba varios años en Estados Unidos en la Cleveland Clinic como oncólogo. Como se desprende del interés de Richard Nixon de que atendiera a un amigo suyo, el prestigio de Rodríguez Antúnez en su especialidad se había extendido hasta el punto de que alguien cercano al presidente Nixon se lo recomendara.

No me lo contaron terceras personas; fue el propio Antonio el que me lo confirmó, pero le quitó importancia al caso. Así era de sencillo.

Alumnos del Colegio San Estanislao en 1941.

Alumnos del Colegio San Estanislao en 1941. / Archivo del Colegio San Estanislao Kotska

Compañero de colegio

Yo conocí al ilustre malagueño, cuya trayectoria profesional casi se desconoce, en los años 40 del siglo pasado. Estudiábamos en el Colegio San Estanislao, vulgarmente El Palo. Creo que tenía un año más que yo. Cuando dejé El Palo, porque el primer año hacía cuatro desplazamientos al día en tranvía y al segundo dos, porque fui mediopensionista y pasaba más tiempo en los tranvías que en clase, dejé de verlo, porque cada uno siguió su camino. Sin embargo, ni él ni yo olvidamos aquellos dos años en el mismo colegio como contaré más adelante.

Viaje a América

Rodríguez Antúnez cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Granada; en el mismo año que él se licenciaron también en Medicina Evaristo García Carrillo y Enrique Gil Nagel.

García Carrillo optó por cardiología, y Gil Nagel, por la psiquiatría. Los tres acordaron trasladarse a Estados Unidos para ampliar estudios. Según me contaron, sus conocimientos de inglés eran escasos, porque la lengua que predominaba era el francés.

Embarcaron rumbo a América y tropezaron con algo que no tuvieron en cuenta cuando tomaron la decisión de ir a Estados Unidos; al intentar desembarcar en Nueva York se les prohibió el paso. No tenían la documentación exigida para un caso como el suyo. La única salida que les dieron fue seguir en el barco, y tomar tierra en Halifax (Canadá). No sé exactamente el tiempo que pasaron en Canadá, pero sí que lograron su propósito de entrar en Estados Unidos.

Gil Nagel estuvo poco tiempo y regresó a España; Evaristo García Carrillo permaneció tres años y regresó a Málaga, donde ejerció como cardiólogo hasta su jubilación. Cuando los dos éramos casi nonagenarios coincidimos en el Club Mediterráneo, donde charlábamos de todo lo habido y lo porvenir. Me contó sus pasos por Estados Unidos … y en 2018, cumplidos los 92 años, falleció. Me lo comunicó su viuda, Blanca Temboury.

Richard Nixon y su hija, en 1993.

Richard Nixon y su hija, en 1993. / L. O.

Reencuentro

No puedo precisar el año en que Antonio Rodríguez Antúnez fue invitado por el Colegio Oficial de Médicos de Málaga para dar una conferencia, invitación que aceptó, y dictó en el salón de actos de la Caja Provincial de Ahorros, edificio que estaba en la Prolongación de la Alameda y que hoy pertenece a Unicaja Banco.

La Caja Provincial fue absorbida por Unicaja. De la conferencia tuve conocimiento a través de un compañero de la Prensa de Málaga (Antonio Pérez Arrebola, que perteneció a la redacción de Ideal en Málaga). Me dijo que Rodríguez Antúnez figuraba entre los posibles premios Nobel de Medicina de aquel año. Fui micrófono en ristre al lugar de celebración, con la anticipación suficiente a la conferencia.

Cuando llegué al lugar elegido, nada más verme, me recibió como si nos hubiéramos visto una semana antes: «¡Hola, Guillermo!, ¿cómo estás?». Algo difícil de creer, porque no nos veíamos desde que teníamos once o doce años. Hicimos un aparte en el salón mientras ultimaban los preparativos del acto (pantalla para diapositivas, micrófonos, atril…).

Más que una entrevista fue una charla, de la que grabé algunas respuestas para montar después en los estudios una entrevista, que se radió en el informativo de las nueve de la noche.

Lo del Premio Nobel no lo tomó en serio y si precisó que el de Medicina se concede casi siempre a investigadores, no a médicos en ejercicio.

Al regresar a los estudios de RNE pensé que el personaje era noticia nacional y me puse en contacto con los Informativos de Madrid. Llegamos a un acuerdo: al día siguiente, a las 5 de la tarde, lo entrevistarían en directo en el programa de la tarde. Volví a la sala de la Caja de Ahorros, le propuse la idea de la entrevista y aceptó.

Al día siguiente, a la hora convenida, Rodríguez Antúnez llegó a los estudios de la avenida de la Aurora. Estuvo dialogando con el personal de la emisora y un compañero cuyo nombre oculto, me dijo si podía hablar con él, aparte, unos minutos. Se lo presenté, y durante unos minutos, hablaron los dos.

Cuando el invitado pasó al locutorio para la entrevista, mi compañero me contó que a él le habían detectado un cáncer y, aprovechando la ocasión, quiso consultarle al famoso oncólogo el tratamiento que le habían recetado. Me confesó que el tratamiento que en ‘Carlos Haya’ le habían recomendado era el mismo que Rodríguez Antúnez ponía en la Cleveland Clinic. Impulsó el uso de la braquiterapia para el tratamiento de cáncer de próstata.

Olvidado

La historia de este ilustre malagueño es casi desconocida fuera del ámbito familiar. Está por escribir. Posiblemente en el archivo del Colegio Oficial de Médicos de Málaga se conserven datos de la conferencia que dictó en nuestra ciudad.

Poco sé de su vida familiar y fallecimiento en 2011 a consecuencia del mal más extendido en estos últimos años: alzheimer. Estuvo casado con una médico (creo recordar que era de nacionalidad finlandesa) y el matrimonio tuvo un hijo que reside en Estados Unidos.

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