A La Rosaleda ya se le había olvidado ese subidón impagable que sólo te da el fútbol. Esa alegría innata por los colores de un club. Con Puche, con Roldán, con Sanz o Al Thani. En Primera, en Segunda, en la Champions o en Segunda B. Por eso, cuando Charles empaló la volea a pase de Amrabat, no lo hizo él solo. Detrás iban los empeines de los 19.086 malaguistas que ayer vinieron a Martiricos. Y sus corazones. Sus almas. Empujó la afición, ante un Atlético colíder de Primera, que no demostró el porqué, y que cuando vio cómo Gabi se autoexpulsaba en el minuto 57 se echó atrás para jugar a lo que más le gusta. Cazar una contra con Torres arriba, jugar ese «otro» fútbol que tan bien domina el «Cholo» Simeone y verlas venir. Es una roca el «Atleti», de eso no hay duda. El equipo menos goleado del fútbol español. Con sólo 7 goles en contra llegó a Málaga tras 16 jornadas.

Por eso, el gol de Charles supo a gloria. Por eso y porque el equipo las está pasando canutas esta temporada. Por motivos que no caben en una crónica, el Málaga ha sido muy poquita cosa durante todo este curso. Y ahora, cuando ustedes pasen un par de páginas del periódico y lean la clasificación, se darán cuenta que las victorias ante los equipos madrileños (Rayo y Atlético) le han situado en el puesto 13 de la tabla, con 17 puntazos, con tres de ventaja respecto a la salvación, que delimita el propio conjunto del barrio de Vallecas.

Parece que el temporal amaina y que Javi Gracia, por fin, ha reencontrado la tecla. Un equipo, un estilo y once futbolistas. Los malpensados se preguntarán si el navarro ha esperado que el jeque despache los despidos de Vicente Casado y Mario Husillos, los hombres que le trajeron a Málaga tras descender al Osasuna y apostaron por él, y con los que no se sentará a cenar en Nochebuena. Tantos meses deambulando para encontrar, al final, lo que ya le funcionó en pretemporada. Tus dos delanteros en el campo, juntos: Charles y Cop. Amrabat a la banda derecha y otro extremo por la izquierda. Probó con Horta, con Duda (más centrado) y por fin encontró a Juankar. Un puñal que no deja de correr del minuto 1 al 90. Una apuesta más arriesgada de lo que quizá desearía.

Habíamos visto ya a ese Málaga en pretemporada, y ahora nos frotamos los ojos ante este equipo más serio y más capaz, fruto de un cambio tan sencillo y tan a la vista que a veces uno no llega a comprender bien la génesis de los problemas. ¿Que Amrabat deja espacios atrás? Claro, si el tío volviera a defender como lo hace Juankar no estaría aquí. Jugaría en la Premier con el triple del salario. Pero en este Málaga, el marroquí debe jugar ahí, salvo lesión o un asunto táctico puntual.

Y luego, claro, está Camacho. El maño levantó la voz el miércoles tras el escandaloso ridículo copero (que el Mirandés te gane dos partidos es inaudito). El jueves hubo terapia de grupo en el vestuario, donde se expresaron los capos. Y Camacho habló alto y claro anoche sobre el césped de La Rosaleda. El partido que se marcó el internacional fue un escándalo.

Estuvo delante y detrás, en derecha e izquierda, tapando al rival y apoyando la salida de balón. Camacho fue un coloso y él solito, junto al malagueño Recio, taparon todas las vías de agua que trató de abrir el «Cholo» con su medular, en la que había continuas permutaciones, en la que cada jugador, llámese Koke, Carrasco o Saúl, cambiaba de carril.

Con el once que el Málaga presentó ayer -Tissone lo vio vestido de calle-, con la predisposición del equipo, la buena actitud y la calidad que hay, este Málaga CF no debe tener problemas para mantener la categoría. Con sólo dos victorias ha dejado el descenso y se ha aupado a la decimotercera plaza. Pero con esta misma pasión, orden y sacrificio ha de viajar la semana que viene a Valencia para jugar contra el Levante. El Málaga y Javi Gracia ya han puesto las cartas sobre la mesa. Los jugadores han demostrado que pueden sacar la situación adelante. El míster también ha dejado atrás su conservadurismo desmesurado para apostar por un equipo más atrevido, con más gol y más talento.

Si el Málaga estuvo a punto de amargarle la tarde al Barça en el Camp Nou (1-0 y de milagro), si empató contra el Real Madrid en el Bernabéu y se le ha ganado al colíder de la Liga BBVA es que tiene materia prima para salir adelante. Y lo que nos cuenten unos y otros son milongas, excusas e historias para no dormir.

El «Atleti» pareció ayer en La Rosaleda un rival del nivel del Málaga. El equipo blanquiazul llevó el control de la situación, supo aguantar las tretas rojiblancas, a un sibilino Mateu Lahoz que ante la duda miró para el lado del «grande» y, con una afición entregada, logró que Gabi picara y viera la segunda amarilla. En el minuto 57, el Málaga se vio con uno más. Pero, al contrario que en San Mamés, esta vez sí tuvo la intención de ir a por el partido. No especuló.

Y eso le pudo costar caro, porque en dos contras, Torres tuvo dos goles. Kameni y Miguel Torres salvaron sendas oportunidades. Rectificó el míster, que había quitado a Cop por Duda, y puso más madera, con Roque por Torres (Juankar pasó al lateral y Duda a la banda). Y encontró la recompensa. Un gol que lo metió todo el estadio. Y en el que ayudó Godín, que desvió la volea de Charles, el «Pichichi» blanquiazul. El Málaga se lo creyó y ganó. Feliz Navidad, malaguistas. Brindemos por algo más que una triste salvación. ¡Nos lo merecemos!