­Días antes de Navidad, la Agrupación de Cofradías de Marbella, integrada por los Hermanos Mayores y una junta de gobierno, le eligieron por unanimidad para pronunciar el pregón de la Semana Santa. Cree que la elección se debe a su fuerte vinculación con al mundo cofrade del municipio -sus antepasados pertenecen a La Hermandad de La Soledad desde hace 200 años- y a Marbella.

¿Cuál fue su primera reacción tras saber que pronunciaría el pregón de esta Semana Santa en Marbella?

Fueron sensaciones encontradas. Primero sentí una gran ilusión, pero también un temblor de piernas. Es una responsabilidad muy grande.

¿Cuándo le comunican que será el pregonero?

En mi caso, tuve la suerte de que fuera antes de Navidad. Normalmente lo hacen después de Navidad, a través de una junta de gobierno especial, pero, en mi caso, fue antes. Así he tenido más tiempo para preparar el pregón de forma muy concienzuda hasta el punto de que me acompaña una pianista -Dolores Benito, profesora en el Conservatorio de Marbella- y un violín -Quique Navarro, de Málaga-. Ambos instrumentos acompañarán la narración desde el principio hasta el final. En pregones que se habían pronunciado hasta ahora, narración y música se iban alternando.

¿Cómo será el pregón?

Los pregones no son obras literarias, pero hay que currárselo. Yo, además, no contaré anécdotas que me hayan pasado en Semana Santa, sino la pasión de Jesucristo en un formato de cuento. Hablar de mis anécdotas en el momento de la Pasión de Cristo, siendo yo un enamorado de la vida de Jesús, me parecía atrevido. El pregón trata de un invitado con pelo largo, barba y sandalias que viene en Semana Santa a una casa de Marbella.

¿Cómo se encuentra a escasas horas de protagonizar uno de los momentos centrales de la Semana Santa?

De la Semana Santa... y de mi vida. Estoy bien porque hemos trabajado la puesta en escena del pregón tanto que no puede salir mal. Cuando se hacen los deberes, uno va tranquilo al examen. Si nos los haces, te pones nervioso. Todo está muy bien trabajado, por lo que me encuentro muy tranquilo.

¿Cómo comenzó su relación con la Semana Santa?

Comenzó cuando nací. Los antepasados de mi familia pertenecen a La Soledad desde hace más de 200 años. En mi familia, cuando nacemos, directamente pasamos a formar parte de la Hermandad. Cumplo 60 años este año, los mismos que llevo en La Soledad.

¿Cree que la Semana Santa puede ser un atractivo turístico para el municipio o es algo más íntimo o sentimental?

Tiene que haber un equilibrio. Una procesión es un acto litúrgico y tenemos que ser respetados. No podemos utilizar las procesiones como un escaparate o como un tema electoral. El que viene de fuera a ver las procesiones nos respeta. A veces somos peores los que estamos dentro. Los musulmanes son serios con sus creencias, los budistas, también. Los cristianos, a veces, no lo somos tanto. El que va a una procesión, que sepa a lo que va. El que va para saludar al pueblo con un traje bonito, está en un sitio equivocado.

¿La juventud de Marbella se siente atraída por la Semana Santa?

La hay, pero debería haber más. Cada año, tenemos hermanos jóvenes nuevos. Pero la Iglesia debería recapacitar y actualizarse para atraer a la gente joven. En las procesiones vemos gente joven, pero en misa, no. A la genta joven hay que atraerla con atractivos, no con obligaciones o imposiciones. Eso son otros tiempos. Aquí no se impone nada. El que viene es porque tiene devoción y encuentra un espacio agradable. Si yo tengo una actividad de cualquier tipo y veo que la gente no viene, algo pasa y tengo que modificar algo. La Iglesia, a mi parecer, debería mirar hacia el futuro.

¿Qué soluciones aportaría usted?

Me parece una barbaridad el celibato. No podemos obligar a una persona a que no se desarrolle plenamente y un ser humano se desarrolla de forma plena, si así lo decide, cuando tiene una familia. Para mí, lo más importante es la familia porque es donde se desarrollan los principios humanos, como el respeto o la disciplina. El núcleo familiar ha mantenido a la sociedad hasta donde hemos llegado y no se lo podemos prohibir a los sacerdotes.