Unos 70 pequeños y medianos empresarios, la mayoría con negocios en el Casco Antiguo y centro urbano de Marbella, se manifestaron ayer, en el paseo marítimo, vestidos de jugadores de golf para denunciar la discriminación a la que, según ellos, les somete el Ayuntamiento frente a otros sectores «privilegiados» que sí reciben ayudas municipales para hacer frente a la crisis económica que ha ocasionado el Covid-19.

Los empresarios, convocados por la Plataforma de Comerciantes y Hosteleros, mostraron, junto a palos, gorras y guantes de golf y pelotas para la práctica de este deporte, carteles reivindicativos con los mensajes «Ahora somos golf Marbella, a ver si así nos ayudan» o «Marbella se alquila por falta de ayudas para los comercios. Interesados, llamad al Ayuntamiento de Marbella».

«No se nos dan las ayudas que se votaron en pleno y se prometieron para 2020 y 2021, pero se han encontrado otros muchos sitios en los que hacer subvenciones y poner dinero», señaló Nahuel Klappenbach, portavoz de la plataforma, que representa a cerca de 250 empresarios.

El colectivo critica especialmente que el equipo de gobierno niegue ayudas a las pymes y destine cerca de dos millones de euros a la promoción del torneo de golf Solheim Cup, que se celebrará en Casares en 2023.

«A ver si, vestidos de golf, nos ayudan. Vestidos de comerciantes y hosteleros, no», agregó el portavoz.

Ataviada de jugadora de golf acudió Roser Caballé, que pidió a la alcaldesa, Ángeles Muñoz, una «reacción». «Estamos de la mano de Dios. No nos hacen caso. Han prometido cosas y no las cumplen. ¿Dónde están los 700.000 euros que, en lugar de luces de Navidad, iban a dar a los comerciantes y hosteleros? No vemos ni adornos ni ayudas», agregó.

Caballé regenta un comercio cuyos empleados se han acogido a ERTES y que acusa la baja afluencia de turistas. «Pido una ayuda para pagar a una empleada, impuestos y el alquiler de la tienda. Que la alcaldesa no nos ayude me parece fatal», apuntó.

El comercio de Ana Pérez, ubicado en el Casco Antiguo, atraviesa una situación «pésima» ante la falta de turistas. «Todo es un cómputo grande de costes, desde el alquiler del local hasta la luz, la alarma, teléfono o impuestos. No hemos recibido aún una ayuda del Ayuntamiento», agregó.

Gabriela Murcia llegó a contar, antes de la crisis, con tres trabajadores en el restaurante que regenta en el Casco Antiguo y ahora sólo mantiene a uno. «En agosto se trabajó bien, pero sólo fue un mes. No hay nada de trabajo. El Casco Antiguo está fatal y en el restaurante sólo estamos el cocinero y yo», señaló la empresaria, que citó el pago del alquiler y las cuotas de la Seguridad Social y de autónomos entre sus principales costes.

La de ayer fue la tercera protesta que organiza la plataforma en un mes y medio para reclamar las ayudas. Que sea la última o que se repitan «no depende de nosotros, sino de que se haga lo que se prometió y votó en pleno, que es que lleguen las ayudas», señaló Klappenbach.