Crónica

Cines para noches de verano

Cines para noches de verano

Cines para noches de verano / Francisco Moyano

Francisco Moyano

Francisco Moyano

En Marbella y su término municipal abundaron los cines de verano. Algunos fueron terrazas al aire libre exclusivas del periodo estival y en otras ocasiones, contaron también con salas de invierno. De los primeros pueden citarse el Marbella Cinema, el Cine Málaga, Cine Miraflores o Cine Capri, en San Pedro Alcántara y de los locales que combinaron las terrazas veraniegas con los techados, el Cine Alfil, Cine Rodeo (de Ricardo Soriano), Cine Alameda o el Imperial Cinema de San Pedro. Solamente me limitaré en este artículo a reseñar dos de ellos, por su singularidad o importancia.

El cine de verano de referencia en Marbella fue el Marbella Cinema, al que los marbelleros, en un ejercicio de redundancia, llamaban el Cine Cinema. El promotor fue Manuel Zea Gimena, junto a su familia. Se encontrada ubicado en la avenida de Ramón y Cajal, donde actualmente se sitúa el edificio Zea. Daba a la calle Tetuán y a la plaza del Practicante Manuel Cantos. Se inauguró el 14 de agosto de 1956, con la proyección de la película El millonario, con un reparto que encabezaba Gregory Peck. El Marbella Cinema era conocido en la publicidad del programa de Radio Marbella ‘Pantallas y tablaos, cartelera de espectáculos’ como «el local de la buena programación».

Además de ofrecer títulos de relativa actualidad, contaba con una serie de películas que no faltaban ninguna temporada, como algunas del género western y otras de héroes cinematográficos como el Zorro, Maciste, Santo y los monstruos japoneses. Cuidaban mucho la música de la sala, previa a la proyección de la película, junto a las canciones de actualidad nunca faltaban los éxitos en español de Connie Francis, artista exclusiva de la Metro Goldwyn Mayer, que cantaba en doce idiomas y que no tuvo una carrera demasiado larga porque sufría de trastorno bipolar.

En la entrada del cine se encontraba un popular puesto de chucherías que regentaba el matrimonio formado por Cristóbal Guirao y María Santana. El producto estrella, consumido masivamente, eran los cucuruchos conteniendo altramuces. La mayoría de los asientos eran sillas de anea no demasiado cómodas y con la leyenda urbana de que estaban infestadas de chinches. Hubo una ocasión en que esas sillas ‘volaron’, debido a la ira desatada de los espectadores que se quedaron sin presenciar el final de una película de romanos porque faltaba la última de las bobinas del metraje. Los proyeccionistas eran Pedro Mesa y José Rodríguez, a los que se unió en la última etapa un joven Escolástico Martín, un importante fotógrafo e investigador de la imagen en la actualidad.

Las proyecciones comenzaban a las nueve y media o diez menos cuarto, cuando, durante unas cuantas semanas, aún había demasiada claridad. En el año 1964 la avenida de Ramón y Cajal fue acondicionada con nueva iluminación, de manera que la luz de dos de las farolas incidían directamente sobre la pantalla. Manuel Zea solicitó del Ayuntamiento que se apagasen durante la proyección, lo que fue concedido. Durante mucho tiempo la entrada al Marbella Cinema costó 14 pesetas. El cine se mantuvo activo hasta los primeros años de la década de los setenta.

El segundo de los cines que trataré es un caso absolutamente singular: un cine que se construye, se dota de la maquinaria y nunca llega a abrir sus puertas. Ni siquiera llegó a tener nombre por lo que lo designaremos como el cine de Mario Sánchez Cuevas, su promotor. Era un empresario de Marbella, emprendedor en extremo y pionero en la ciudad de diversos conceptos comerciales. Entre ellos un autoservicio que visitaban gente del cine como Edgar Neville, Conchita Montes, Deborah Kerr y Peter Viertel, lo que unido a su afición como espectador, le llevó a pensar en convertirse en profesional de la exhibición cinematográfica.

Sobre los terrenos que había heredado a comienzos de los sesenta al sur de la carretera de Ojén, haciendo esquina con el extremo de levante de la calle Málaga, levantó unas viviendas (actualmente edificio Lepanto) y construyó un cine de verano que había diseñado el arquitecto Andrés Escassi Corbacho. Solicitó la autorización al Ayuntamiento en marzo de 1963, siendo firmado el decreto de autorización por el alcalde Antonio Lizarza. La terraza contaba con capacidad para 500 espectadores.

Cuando estaba prácticamente terminada la obra y finalizada la cabina, Mario Sánchez Cuevas, acompañado por el encargado del cine de Ojén, viajó a Sevilla y adquirió la maquinaria de proyección que fue trasladada a Marbella. Solamente faltaba un importante detalle: negociar con las distribuidoras para el alquiler de películas. Mario comprobó que aquel no era un mundo para iniciados y que solamente iba a tener acceso a un escaso número de títulos y no precisamente de los más novedosos. Decidió no quebrarse la cabeza y abortó la operación cinematográfica. La aventura del cine de verano de don Mario terminó antes de haberse iniciado. Este cine no nacido pasó directamente al olvido. Aún hay algunas iniciativas (no en Marbella) que sacan el cine a la calle en las noches de verano.

Suscríbete para seguir leyendo