Esta instalación, propiedad de la Fundación “La Caixa”, fue realizada por el matrimonio de artistas nacidos en Ucrania durante la época soviética y exiliados en Estados Unidos, constituye un claro ejemplo del conceptualismo emocional y autobiográfico de los Kábakov, que quieren transmitir al espectador la sensación de ausencia propiciada por el exilio que vivieron.

Consiste en una habitación en la que el visitante ha de adentrarse: el espectador ingresa a través de una habitación oscura en una vivienda relativamente pequeña donde hay una iluminación extraña y un interior fantasmal. Se trata de un salón antiguo con una cornisa dorada en la parte superior, con paredes de color verde oscuro y paneles oscuros a lo largo de las paredes. A lo largo de las paredes cuelgan seis cuadros en marcos oscuros bajo vidrio. En el centro de la habitación hay muebles agrupados (sofás, mesas, sillones) todos cubiertos del polvo con una gran manta blanca. Los habitantes de la habitación, como queda claro de inmediato, se han ido y todo el contenido está a la venta.

La esencia de la instalación está en la iluminación. La habitación está inmersa en la oscuridad, pero la luz proveniente de la lámpara incide solo en una pintura que cuelga a la izquierda de la entrada. En él se representa un paisaje urbano fuertemente iluminado y que ayuda a dar seguridad y quitar desasosiego al visitante de la habitación, que puede sentirse tanto como un intruso en un espacio íntimo como un posible comprador de ese espacio puesto a la venta, on sale. En la penumbra de la habitación, el espectador también se ve a sí mismo, de pie en la habitación, y a los otros ‘visitantes’ y la pintura fuertemente iluminada. Las otras cinco pinturas a lo largo de las paredes ‘funcionan’ como espejos insuficientes, que ocultan tanto como nos desvelan. Este efecto misterioso ‘funciona’ de diferentes maneras dependiendo del enfoque del espectador hacia las otras pinturas: lo que emerge ante él es un mundo asombroso, un mundo ‘más allá del espejo’. El efecto de iluminación se ve exagerado aún más por la presencia de otra fuente de luz: una lámpara colocada sobre una mesa a la entrada.

Dentro de la instalación es posible que el espectador camine alrededor de los muebles colocados en el centro, sin saber bien qué hacer y sin poder sentarse en los divanes colocados especialmente teóricamente para buscar respuesta en ese paisaje bien iluminado, que se erige en pintura metafísica y en una promesa de profunda tranquilidad y concentración.