Es posible que sea así, que la economía española sea como el trasatlántico al que alude Zapatero para dibujar la nueva situación. Es decir, uno, en casa, ve la imagen de la diosa subida a la popa del navío cruzando desenfadada las aguas que ya no son negras sino azules, quizá festoneadas por alegres crestas de espumilla blanca. Si la economía es un trasatlántico, la economía goza de una salud estupenda, y después de unos años de zozobra, coge la toalla, el bronceador, el libro, y se tumba feliz en cubierta a esperar la cena de gala con el comandante. Todos los informativos se han hecho eco del titular. Mariano Rajoy, zorro viejo con renovada sangre de gallo peleón, también tiene su sitio, y también sabe manejar esa herramienta, y por eso saltó al cuello del jefe del corral para decirle que no se puede gobernar con titulares, devanándose el seso para dar uno bueno.

¿Ven? En un momento la economía dejó de interesar. Se diluyó entre titulares. Pero la realidad es tozuda y al final acaba colándose. Aunque en un puesto de cola, estos días también hemos visto pequeñas crónicas del imparable aumento de los robos de cobre, un negocio puntero. El kilo, entre cinco y nueve euros. Hay quien asegura que hasta el latón de las puertas de entrada a los edificios, o las tuberías sin tapar de las azoteas comunitarias son arrancados sin contemplaciones «porque algo tengo que llevar a casa», decía un hombre con el rostro velado por la vergüenza de no tener una economía como un trasatlántico. Bah, eso le pasa a este hombre por no ser directivo de Telefónica, economía de trasatlántico para sus directivos y de patera para los 6.000 trabajadores que pondrá en la calle. ¿Quién lleva razón, quién miente?