Uno, que no entiende de economía, anda estos días muy preocupado. Leyendo y escuchando me estoy haciendo un lío muy gordo. Les cuento.

Hay un consenso bastante general sobre la necesidad de poner coto a la deuda. No todos piensan lo mismo, pero esta es la tesis imperante y la que imponen quienes mandan. Pero reducir la deuda significa atajar el déficit público, ya que este obliga a las administraciones a endeudarse para pagar las facturas. Para eliminar el déficit es necesario que los ingresos superen a los gastos. Como todavía estamos bajo los efectos de la crisis, con poca producción y mucho paro, el estado tiene menos ingresos y pocas esperanzas de que aumenten. Por ello, opta por reducir el déficit por el lado de los gastos, con los conocidos recortes presupuestarios: sueldos, pensiones, transferencias, subvenciones, obras, compras, contrataciones... para conseguir que ingresos y gastos se equilibren.

Ahora bien: estos recortes tienen unos graves efectos sobre la economía nacional. La carretera que no se construye hunde a una empresa constructora, el recorte de sueldos lo padecen los tenderos, y los sectores que progresaban gracias a los estímulos públicos, se paralizas. Con ello la crisis se prolonga, los beneficios empresariales no llegan, los sueldos no suben, los ingresos del estado no crecen, y llegan nuevos recortes. Y así sucesivamente, con daño para todos y sin tranquilidad para nadie.

Barack Obama, a quien el Congreso ha impuesto un plan de serios recortes, se enfrenta a las consecuencias negativas de reducir los estímulos a la economía productiva y, al mismo tiempo, ve como la derecha tacha el tijeretazo de insuficiente. Mientras unos le dicen que Franklin D. Roosevelt estropeó la salida de la Gran Depresión al retirar los estímulos que el mismo había adoptado, otros le castigan rebajando la calificación de la deuda. Y Wall Street opta por hundirse ante tanta incertidumbre.

De ahí el lío gordo que les contaba al principio, ya que de lo actuado se deduce que si la economía productiva no mejora, no se puede pagar la deuda, pero la propia deuda impone unos recortes que ahogan a la economía productiva. Que alguien me cuente como se sale de este círculo vicioso. Y, si puede ser, con algo más convincente que el socorrido «hay que generar confianza». Sin una respuesta clara, la espiral descendente nos va a llevar al segundo capítulo de la recesión sin haber salido totalmente del primero. Si no es que los chinos se presentan un día y nos proponen cambiar sus pagarés por nuestros títulos de propiedad...