Resulta que cuando Napoleón ganaba batallas de manera magistral, volvía loco al enemigo mediante el movimiento continuo de fintas, vueltas y retuertas que buscaba siempre pillarlos desprevenidos para conseguir la victoria. Y solía conseguirlo muy a menudo. Un movimiento muy recurrente era el de Ney, el primero de los Mariscales, mediante su caballería, movía hacia un ala creando una nube infernal de polvo. Lo que se llama de toda la «vida de dios» una cortina de humo en condiciones. Una tan grande que impedía ver lo que realmente había detrás. Era simplemente una cuestión de estrategia. Y salvando los tiempos, las distancias, las estrategias (en este país de la improvisación y del «apagandofuegos» eso no se estila mucho, así nos va) y las alturas de «estado», es curioso como esto de las «cortinas de humo» es de lo más recurrente en nuestra piel de toro actual, todo para ocultar lo que realmente «se esconde detrás». Y parece mentira que con la «ruina que tenemos en lo alto» en esta crisis, como dicen los castizos, eso que hay detrás; el déficit, la morosidad, los desahucios, los «decretos de exclusión social» para reactivar el empleo (que suena cubano que te rilas, pero que deja clara la situación que realmente vivimos), y la asfixia de las pymes y autónomos, todavía no se hayan puesto a pensar ¿quién mantiene y paga este país?, ¿quién produce?, ¿quién da empleo? Y es muy sencillo, en cuestión económica todo esto lo hace la empresa. Y en España las empresas tienen un nombre, pymes y autónomos. Da susto que aún no se hayan buscado las soluciones verdaderamente en ellas. Y esto que se llaman «soluciones» son la mayoría del tejido productivo del país, que ahora son los «ahogaos», que ya pasaron por la fase de «indignaos» y que ahora simplemente están «alucinaos», ante el panorama que nos está construyendo el Gobierno en materia de fiscalidad, confianza-inversión, impuestos, sanciones y financiación. Y es que esta obsesión por la austeridad ha relegado algo tan importante como es la competitividad y productividad del país para dar futuro y esperanza al olvido.

La falta de soluciones en este sector clave ha creado un pánico escénico del «sálvese quien pueda», que es demoledor para los que producen, para los que invierten, para los que emplean, al fin y al cabo para los que mantienen este país. Y así no se llega a ningún lado. Ciudadanos y tejido productivo están esperando soluciones concretas y seguimos como en el día de la marmota, un día tras otro igual. Bueno, no, igual no. Se anuncian más «recortes» y subidas de impuestos, Mari Pili. Lo que faltaba ya para darnos en el «corvejón» el toque de gracia. Y en vez de tener una sola preocupación entre ceja y ceja que se llama competitividad, es decir cómo hacer, desde el ámbito local, autonómico o Estatal que sigan hacia adelante y viviendo como sea estas empresas para mantener el futuro, lo que nos encontramos es «que cada cual se agarre el palo de su vela» (por decirlo «fino»), que es lo que hay, y es lo que hay que aguantar.

Eso sí, en esta crisis mastodóntica estructural y cultural, como no hay capacidad para cambiar lo que se tiene que cambiar, mediante medidas inteligentes y eficaces, ahora vendrán con mayor intensidad, no queda otra, las «cortinas de humo». Si no, ya verán. Es muy hispana la cosa. Que si nos dan «la del pulpo» en el Canal de la Mancha a la Armada Invencible, le echamos la culpa a los «elementos». Y de Madrid al cielo. Para explicar la crisis. «Que es el contexto internacional y las circunstancias». Y me fumo un puro. Que si se aproximan unas elecciones, centramos el tema en el río Guadalmedina o el soterramiento o no del metro y a dividirnos, que por otro lado es lo que los «ciudadanos necesitan». Asistir atónitos al cainismo de siempre para justificarnos. A esa España del barroco que se disfraza de cosmopolita, y es el país con mayor paro de Europa. Fantástico. Pues ya lo sabemos. Si estamos esperando a que nos den trabajo, un futuro, que nos bajen los impuestos, que la justicia sea más rápida y eficiente, que disminuya el fracaso escolar, que vuelva el crédito a las empresas y a las familias, que en definitiva seamos un país serio hasta donde podamos abarcar, nos toca esperar, que ahora toca el metro «pa arriba, metro pa abajo». De un lado y de otro. Nos lo vamos a aprender de memoria, «máster en ingenieria y geología express». Y mientras España y nuestra Málaga se quedarán como muchos de sus queridas empresas y ciudadanos están. En crisis severa sorteando la supervivencia o en paro. Soterrados o no. Habra que preguntarle a la tuneladora cuánto queda para el final del túnel. Quizás sepa algo.