Mil novecientos heridos. 192 asesinados. A ninguno de ellos le conocían sus asesinos. El daño colateral del terror indiscriminado es el absurdo. 10 años del 11 M. Diez bombas y la evocadora literatura de ir en tren manchada de sangre. Tres estaciones y una ciudad en las que se para una y otra vez el tiempo: Santa Eugenia, El pozo, Atocha€ Madrid.

Asistimos a distancia a un funeral de Estado. Un rito católico aunque abierto a otras religiones, en una catedral, la Almudena, un territorio no oficial en un país aconfesional. Desajustes que fluyen sin importancia ante la necesidad de trascendencia, de no haberles perdido para siempre. Y, por fin, las cuatro asociaciones de víctimas juntas, Pilar Manjón al lado de Marimar Blanco, de Ángeles Domínguez y de la actual presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, aunque sea ante un oficiante casi jubilado, Rouco Varela, que está en las antípodas de alguna de ellas y muy cerca de otra.

Con todo, puede la tristeza. Está ahí cuando, mientras caminas, miras el escaparate de la tienda de electrónica y ves los rostros en todos esos plasmas encendidos. Ese dolor está ahí cuando desayunas en casa y te sientas frente al televisor, obligado por ser una cifra del paro, registrado o no. Salía por la radio, que no hablaba de otra cosa. Inundó los diarios digitales y dobló las portadas de papel con su sobrepeso.

Pero está ahí, también, el eco de la división vergonzante, la reverberación de la mentira interesada y la utilización de esa mentira ante las elecciones de aquel

14M, sólo tres días después del horror. Lejos de ser una piña, los españoles, noqueados, nos convertimos en partículas, no en puño ni en cadena humana que abrace y no se rompa ante el terror.

Parece más que demostrado que los iluminados yihadistas que hicieron estallar los trenes tenían una misión fanática, una venganza que emprender contra un occidente infiel o la recuperación de Al Ándalus o la necesidad de un líder lejano al que creían estar obedeciendo por la WEB y todo eso. Los terroristas sabían que producirían el derramamiento de sangre y el eterno dolor de las familias para quienes el 12 de marzo, recién apagado el doloroso brillo de los actos simbólicos que recuerdan anualmente la tragedia, siempre es el día en que se sienten las personas más solas de la Tierra. Pero lo que probablemente no imaginarían es que iban a quebrar la conciencia del somos un todo ante el peligro. Nos vencieron donde no pretendían hacerlo. Ni subvirtieron el orden establecido, ni probablemente se ganaran un paraíso rodeado de bellas huríes danzantes alrededor de su imposible protagonismo. Pero consiguieron que los intereses particulares que amamantan los partidismos nos quebraran. Se nos dijo que los asesinos querían intervenir en las elecciones y por eso mantuvieron el 14M. Quienes querían seguir gobernando nos mintieron y quienes al final gobernaron lo aprovecharon para ganar. In memoriam. No nos soltemos nunca más de la mano.