Ni Aznar se entera. Nadie le ha preguntado al ex líder del PP si era legal lo cobrado como comisión por haber convencido a Gadafi de que contratase la construcción de unas desaladoras en Libia a la empresa Abengoa. Una comisión que habría resultado millonaria, de 250 millones o más para Aznar, si la revuelta en Libia no hubiera terminado con el sátrapa amigo de los niños, y de tantos líderes occidentales. No hace falta llegar a delinquir fiscalmente para estar haciendo algo más que reprobable. Lo censurable e incorrecto no tiene por qué ser ilegal. El mal es previo al momento de declarar a Hacienda lo cobrado. Ampararse en cumplir con la ley para obrar de manera inmoral sigue siendo la no asimilada diferencia entre responsabilidades políticas y penales. Y un presidente del Gobierno debe serlo para siempre, protocolaria y moralmente hablando. Lo legal y lo moral o ético son conceptos distintos, conviene machacarlo. Por eso resulta alucinante que ni Aznar ni sus asesores lo vean. Y ya cansa explicarlo. Pero no debemos cejar en exigir que lo diferencien.

A muchos ya nos parecía poco ético que tanto el ex presidente González -a quien ya dejé de llamar Felipe- como el ex presidente Aznar cobraran como asesores en Gas Natural y Endesa respectivamente, empresas a las que habían favorecido como gobernantes (lo de menos es que fuera lícitamente, ¡faltaría más!). Cómo ahora nos va a parecer justificable, normal, tolerable, elegante (ni necesario dada la posición económica de ambos expresidentes), que Aznar pactase una comisión del 1% por conseguirle en Libia un contrato multimillonario a Abengoa (lo del pretendido sacrificio patriótico de argumentar que lo hizo porque era una empresa española resulta vergonzante). Y con un dictadorzuelo infame como Gadafi, con quien, por otro lado, nunca habría establecido esa complicidad si no hubiera sido como Presidente de España. Qué utilización tan bochornosa de haber asumido el cargo de representación de un país entero y de sus habitantes.

Haber cambiado el qué por el cuánto necesitamos para sentirnos bien nos ha jodido el Perú. Es fácil saber cuándo.

Cuando pasaron éstas y otras cosas: Felipe González dijo tras la corrupción publicada que había entendido el mensaje y no hizo nada para demostrarlo. Cuando Aznar se sintió más alto por poner los pies en la mesa de Bush y nos ofreció el inquietante y ostentoso espectáculo de la boda de su hija con demasiados invitados mejorables. Cuando Zapatero no dimitió tras su empecinada tardanza a reconocer la crisis y traicionó a sus votantes. Cuando Rajoy escribió en el móvil: «Sé fuerte». O cuando Pedro Sánchez llamó a Sálvame porque el fin justifica los medios (el medio en este caso) con tal de darse a conocer.

Ya es un 1% tarde para que Rajoy pida perdón. ¿Perdón? En este país que nos queda ya pidió perdón el Rey, y poco después abdicó. Ya no sirven más perdones. Medidas claras y algunas dimisiones ¡Ya!