La crisis del modelo de desarrollo actual basado en una visión a corto plazo destructiva ecológica y socialmente, ha producido muchos perdedores en nuestra sociedad. La gente que no tiene trabajo en Andalucía es el 34%. Sin embargo, las respuestas que leo y escucho de todos los partidos que presentan su papeleta en estas elecciones autonómicas no han variado mucho de lo que es su oferta habitual. Sus propuestas: acelerar el crecimiento (PP), el medio ambiente como factor de crecimiento (PSOE), economía favorecedora del crecimiento (C’s), medidas de crecimiento sectoriales (UPyD), política sostenible en materia energética pero sin referencia a necesidad de un cambio de modelo económico en el sentido al que me referiré aquí (IU y Podemos). Promesas, promesas, promesas, que sólo buscan conseguir el voto de los destinatarios que viven una realidad desesperada.

Nadie quiere hablar de la relación directa que hay entre la actual crisis económica y la crisis ecológica que padecemos (y de todas las anteriores desde la crisis del petróleo de 1973). Se sigue confiando la salida de esta crisis a recetas de más producción y más consumo. En el plazo inmediato estas políticas podrán paliar la situación individual de aquellos que han sido afectados por la crisis y reflejar en la contabilidad nacional las mejoras de la situación macroeconómica, pero agravarán la segunda incógnita de la ecuación: la crisis ecológica que padecemos (recursos renovables utilizados por encima de su tasa de regeneración, recursos no renovables explotados sin tener en cuenta sus existencias limitadas, capacidad de asimilación de residuos por la biosfera gravemente sobrepasada). Quizás pueda pensarse que primero es necesario resolver las urgencias del momento y después ya veremos lo demás. Es verdad. ¿Pero realmente estamos solucionando el problema? No. Como repito en cada foro donde voy: el cambio climático es un tsunami que se dirige a nosotros a toda velocidad, cuya magnitud exige comenzar a tomar medidas desde ahora. Pero preferimos todavía continuar jugando a la gallinita ciega. Estamos comprando todas las papeletas para el desastre ecológico, el cual cuando llegue no se va a solucionar porque un día los gobiernos empiecen a adoptar las medidas que debían haber adoptado mucho antes. Una vez instalado el cambio climático, tardaremos siglos en salir de él o en adaptarnos al nuevo medio ambiente resultante.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Lo primero es reconocer que nos encontramos ante una crisis ecológica y económica sistémica. Que nos enfrentamos a una crisis civilizatoria. Ello exige actuar y adaptar la economía a los límites que nos impone la naturaleza. O es que Vd., lector, sueña con traer los recursos que necesitamos de otros planetas.

Debemos abordar con claridad estos problemas. Debemos cambiar de raíz el sistema económico actual por otro que sea sostenible ambientalmente y que repudie la injusticia social (lo segundo sólo no nos sirve, es lo que sin éxito estamos intentando hacer ahora). Para ello tenemos que repensar de forma individual y colectiva el sentido de nuestra existencia y nuestra forma de estar en la naturaleza. Esto supone contestar entre todos a las preguntas: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos, consumimos y trabajamos? Y este no es el debate que existe ni en la sociedad, ni está siendo promovido por los partidos políticos que presentan su papeleta electoral en estas elecciones autonómicas. Como decía más arriba sólo se habla de crecimiento y de cómo crecer más sosteniblemente. Esto sólo puede ser calificado como irresponsable, pura ansia de llegar y/o mantener el poder, despreocupación por los problemas reales.

Es urgente, por tanto, que nos demos cuenta cual es nuestra realidad: que tenemos una tierra esquilmada y quebrada (un litoral construido, los campos envenenados por los químicos, las explotaciones mineras, etc.), con un patrimonio neto natural inferior al 50 por 100 del capital natural existente antes de la industrialización y una cuenta de explotación que se ha traducido en una deuda de carbono en forma de cambio climático y en un medio ambiente gravemente contaminado para las generaciones futuras como herencia del dogma del crecimiento por haber sobrepasado la capacidad de asimilación de residuos de éste. La realidad es: estamos haciendo inhabitable el planeta. El objetivo por tanto debe ser evitar que continúe la destrucción del capital natural, así como mantener la cantidad y calidad del mismo, pues si éste se destruye no bastará después con una reducción del consumo para reparar los daños. Esto significa pasar de la actual economía depredadora a una economía de las necesidades de las personas y del medio ambiente: prosperidad sin crecimiento, vida buena, tecnología abierta y convivencial, trabajo productivo y reproductivo, deliberación ciudadana.

Para despedirme por hoy, unas palabras de Fernando Pesoa: «Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo y olvidar los caminos que nos llevan a los mismos lugares. Es el momento de la travesía».