La verdadera generosidad para con el futuro consiste en entregarlo todo al presente». Tras una dilatada espera, las obras del metro en la glorieta del arrendador de esta frase, Albert Camus, han concluido y la rehabilitación del entorno Renfe-Guadalmedina deja entre los malagueños una aparente serenidad. Tras la buena nueva, esta semana se conjugan en la capital dos celebraciones cohabitadas en la esencia humana: el cine y el libro. La alfombra roja serpentea en el Centro Histórico albergando pisadas deambuladoras, entrecruzándose con la intención de una búsqueda persistente de la verdad en plena precampaña, la segunda de este anuario político. Con este entresijo, los malagueños, foráneos y cruceristas circunstanciales imprimen un tono singular a la ciudad ante tanta pluralidad: Málaga resuena estos días en todos los medios de comunicación, redes sociales y en los círculos tertulianos vecinales de siempre, evocando añejos corralones en blanco y negro. El director francés Jean Luc Goddard aseveraba: «La fotografía es verdad. Y el cine es una verdad 24 veces por segundo». Debo confesar mi entusiasmo por el cine, el cual, parafraseando a Fellini, se transforma en un excelente vino. Una buena película dura un instante y te deja un sabor que roza la gloria y es nuevo en cada sorbo. De igual modo, sucede con los libros.

Mañana se celebra el Día Mundial del Libro. Este ejemplar amigo; ese recuerdo inalterable configurándose en forma de volumen. Por vastos y trascendentes que sean nuestros saberes, el día menos pensado en el libro poco considerado hallarás alguna frase te enseñará algo que ignoras. En esta jornadas conmemorativas al cine y al texto, evoquen la obra que les cambió la vida. Lean amigos, lean. De esta forma, la anhelada Málaga cultural se hará aún más cierta. Así sea.