Todos hablan de cambios tras el 24M pero no todo ha cambiado. Mientras se resuelve la guerra entre los de siempre y los recién llegados, hay una batalla que quedó decidida antes del domingo y sin hacer ruido. Ya desde que se elaboraron las candidaturas estaba claro que, una vez más, la voz cantante en el nuevo mandato que empieza el 13 de junio será masculina. La paridad llegó hace tiempo a los programas electorales y a la mayoría de las listas pero los de arriba, los primeros, siguen siendo ellos y no ellas. En Málaga, trescientos candidatos aspiraban el domingo a convertirse en alcaldes frente a poco más de cien mujeres. Una cifra que tras el paso por las urnas ha quedado reducida a sólo veinte candidatas con posibilidad de gobernar en sus municipios. Como detallaba ayer Virginia Guzmán en estas páginas, de momento la provincia cuenta con nueve alcaldesas aseguradas, las únicas que han conseguido mayorías absolutas. El resto dependerá de cómo termine el cortejo entre candidatos en las numerosas localidades en las que las urnas no han dejado un único panorama. Sea como sea, las varas de mando continuarán mayoritariamente en manos masculinas como ocurre en el resto de ámbitos como el empresarial.

Está visto que el fin del monopolio bipartidista no era el cambio más difícil de conseguir. La igualdad es un reto mucho más complicado y lento, aunque se haya avanzado mucho desde que Clara Campoamor empezara a luchar por que las mujeres pudieran votar en un tiempo en el que se les dejaba ser elegidas pero no elegir. Cuando la igualdad real llegue a la política, es probable que nadie hable del fin de una etapa, como está pasando ahora. Lo más seguro es que sea un proceso silencioso y sin eslóganes. Después de todo se trata de alcanzar la normalidad.