En este marzo gélido, las fallas en el mar de Alborán, entre Melilla y Alhucemas, se están haciendo sentir con mayor asiduidad de lo acostumbrado, con una considerable actividad sísmica, generando unas madrugadas temblorosas en sus despertares y con el Instituto Geográfico Nacional atisbando últimamente con mayor atención a nuestra provincia, más detallada si cabe en los sismogramas de esta entidad.

Un terremoto es el movimiento súbito de la Tierra originado por la brusca liberación de la energía acumulada durante un largo tiempo. También estas sacudidas -en forma emocional- están agrietando la paciencia de muchos ciudadanos, quienes padecen como los vestigios hediondos de la última huelga de Limasa permanecen aún sin retirar frente a sus casas y comercios. El hipocentro o foco del asunto es muy profundo y así lo han denunciado los portavoces del partido Ciudadanos en el Ayuntamiento, los cuales han enjuiciado con contundencia el tratamiento seguido en esta coyuntura de sinrazón tanto por el equipo de gobierno del Consistorio como por los grupos de la oposición. Lo cierto es: Málaga necesita una profunda actuación ante el modelo actual de limpieza y mantenimiento de una ciudad favorecida por su imagen atractiva y acogedora. La evidencia se torna en una urgente intervención para que la urbe recupere el sosiego y prestigio y no se sienta de nuevo amenazada por el descrédito y deterioro, más aún cuando hay tantos intereses socio económicos y culturales en el epicentro de la sociedad malagueña.

Parafraseando la sugerencia del prominente Albert Einstein, no se pueden solventar los problemas usando el mismo planteamiento que empleamos cuando los creamos. Hagan un diagnóstico real y apliquen las correcciones adecuadas. Buena Semana Santa.