¡Pues contigo me he de casar...! De estar aquí, a mi lado, es lo que la ratita presumida habría chillado al verme escribir el título. La verdad, no hay comparación..., «dormir y soñar» tiene más enjundia que la propuesta «dormir y callar» del ratón con el que se casó la ratita presumida. Una lástima no haber estado allí, porque aquella ratita tenía su qué...

En los cuentos de antes había ternura, claro que sí, pero bajo el disfraz inocente lo que primaba era el pavor disfrazado de cuento chino: un lobo travesti que se comía a la abuela de la niña vestida de rojo, un niño minúsculo, agarbanzado, que era engullido por una vaca primero y después por un lobo, tres cerditos aterrorizados que huían despavoridos de un impío lobo feroz que quería zampárselos, una bruja malísima que raptaba a los niños y los engordaba para comérselos... Oye, y después del cuento dormíamos a pierna suelta... Nos contaban una historia de terror de la leche, y como si nada, tú... Quizá sea esa la vía por la que adquirimos la ataráxica naturalidad tórpida con la que, ya de adultos, nos dejamos adocenar por las manadas de lobos cuentacuentos de variopinto pelaje partidista, que, tras engordarnos con guisos de grandilocuentes sueños de palabrería saltimbanqui, nos engullen al descuido.

Pero, volviendo al título: dormir y soñar son regalos mágicos de la naturaleza. Y si dormir y soñar de noche son mecanismos mágicos e imprescindibles para la salud integral, soñar de día, despiertos y sin reparos ni condiciones, es lo que nos mantiene la psique como la patena. Mantener consciente y responsablemente activo cada sueño es un potente desoxidante para nuestros adentros, que precisan de proyectos responsables para mantenerse activos. Y digo responsables porque -ley de vida- la psique no está exenta de alteraciones, y cuando estas llegan en forma de trastornos cognitivos, los proyectos se deforman y/o se disfrazan y/o caen en el vacío abisal de contenido. Y llegado ese lamentable momento, hasta los proyectos más responsables en su concepción se ven afectados por trastornos de memoria, pensamiento, percepción, orientación, comprensión, juicio, cálculo, comunicación, capacidad resolutiva..., y caen en el olvido infinito y se desvirtúan, tanto, que los molinos mutan a gigantes y las ovejas a ejércitos y Aldonza Lorenzo, aquella labradora ocasionalmente lasciva, a Dulcinea del Toboso, la más virtuosa emperatriz que La Mancha nunca tuvo, sin contar a doña María Dolores, naturalmente.

En los sueños pluriparticipados, como es el caso de los destinos turísticos, los proyectos son también potentes desoxidantes que facilitan que la psique común del proyecto se mantenga tersa y limpia. Y como en el caso de los sueños individuales, la psique sobre la que actúa el sueño puede verse afectada por alteraciones cognitivas comunes de distinto género, aunque en este caso la alteración no obedece a leyes naturales, sino a desajustes por la intervención del homo turístico. O sea, que memoria, pensamiento, percepción, orientación, comprensión, juicio, cálculo, comunicación capacidad resolutiva..., en este caso comunes, son también variables por las que un proyecto común puede verse olvidado, desvirtuado, desdibujado... en su recorrido.

En los destinos turísticos de nuestra Andalucía, el olvido calculado, el pensamiento ciclotímico, la orientación desnortada, la comprensión inconclusa, el juicio interruptus, el cálculo frágil, la comunicación apresurada, la capacidad resolutiva... forman parte de la colección de alteraciones recurrentes que propician el modo relacional entre la parte institucional pública y la parte empresarial privada a lo largo de los años. Y la razón es simple: por un lado, la cualidad política de la parte institucional, hace que, a pesar de sus esfuerzos por conciliar sus decisiones, siempre se vea abocada a priorizar sobre su obligación principal, que va más allá del turismo. Por otro lado, a la parte empresarial privada nuestra genética turística para los proyectos comunes nos ha perpetuado en la filosofía de la subvención, y no en la de la implicación dineraria en el proyecto común, lo que nos hace febles y obedientes en esa relación societaria (?) que ambas partes nos esforzamos en disimular gentil y educadamente.

Confieso que, unas veces por lo irreal y otras por lo incomprensible, cuando nos escucho a los unos y los otros, tengo la sensación de que, lo nuestro, más que sueños que impulsan proyectos, es somniloquía en estado puro. Ya saben, ese trastorno del sueño que nos hace parlanchines mientras soñamos durmiendo...