Ya lo dijimos aquí hace unas semanas, pero creo que es importante volver a repetirlo: hoy en día, en la Administración de Justicia los que hablan más claro son los jueces decanos, creo que esta es una reflexión inatacable. No porque sean más valientes o decididos, que puede que sí, sino porque a ellos los eligen sus compañeros y eso siempre da más libertad a la hora de señalar con el dedo acusador los problemas de la justicia. Para empezar, en la Reunión Nacional de Decanos que tuvo lugar la semana pasada en Málaga llegaron a la conclusión, tantas veces expresadas en entrevistas y artículos, de que a los políticos no les interesa una justicia fuerte, y eso se ve, por ejemplo, en el mercadeo que existe cada vez que hay que elegir a los vocales del Consejo General del Poder Judicial o a las prisas que se dan para llamar investigados a los imputados cuando son sus amiguitos los que salen esposados en los telediarios o cuando una juez sustituye a otra y archiva todo lo que puede porque afecta a una institución pública, etcétera... En fin. Podríamos seguir hablando de esto pero hay más cosas, como ese pacto de Estado prometido por Mariano Rajoy para la justicia, algo, sinceramente, que aún queda demasiado lejos sobre todo porque aquí lo que hace falta es dinero y planificación, dos cosas de las que carecen nuestros políticos salvo que sea para repartírselo ellos mismos en jubilaciones por siete años como diputados, coches oficiales, tabletas digitales y dietas varias. Critican los decanos las prisas por llevar a cabo la materialización del expediente digital, sin dinero por supuesto, y sin coordinación alguna entre el Ministerio de Justicia y las comunidades autónomas. La historia ha salido bien en Málaga porque aquí el juez decano, el presidente de la Audiencia y la Junta, además de los abogados y los procuradores, se han preocupado porque así sea, pero en otros sitios la situación ha sido dantesca, como casi todo lo que afecta a este servicio público. Creen que hay que ampliar ya el número de jueces -algo que ve todo el mundo-, dedicar más esfuerzo en atender a los ciudadanos y controlar la litigiosidad en el sentido de que no podemos estar todo el día en el juzgado dirimiendo nuestros problemas -esos portavoces municipales que denuncian a los alcaldes o a los ediles del equipo de gobierno por respirar, esos vecinos que sacan antes la denuncia que la propuesta en las reuniones de la comunidad...-. En fin, hacen falta tantas cosas que si la justicia se pusiese a disposición de un cirujano la operación posiblemente fuese a vida o muerte. La justicia, sobre todo, ha de ser ágil y hoy no lo es, porque a unos cuantos no les interesa.