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Perdidos y encontrados

Mar impunemente

La plataforma encallada en Benalmádena es fea de ensuciarse. Divierte que tantas personas se acerquen al día a la playa para hacerse un selfie con el mamotreto y ´disfrutar´ de su extraña vista. Esa estructura, hecha para ser remolcada y destinada a obras en el océano, resulta un estropicio gigante rompiendo el rompiente del rebalaje. Me gusta que el remolcador de Salvamento Marítimo encargado de vigilar que no se escore o desplace con peligro mientras siga ahí se llame ´Luz de Mar´, porque ésa es la luz que hay que salvar a veces.

Ferrovial ya ha dicho que tiene un plan de reflotamiento para que quienes perdieron la plataforma en altamar puedan recuperarla y llevársela de aquí, del mar de Málaga. En desagravio a ese garabato de hormigón e hierro que invade la orilla costasoleña me paré al pasar junto al Peñón del Cuervo, ese roqueo natural que nos gustaba imaginar a quienes fuimos niños de aquella Málaga costera como un ave mitológica posada en el agua con el cuello girado hacia atrás. Ya sé que ese acantilado sin tierra no nos sorprende como la mole de construcción aparecida en la playa de Benalmádena de la noche a la mañana, con la literatura afortunada de haberla traído el temporal. Pero que el Peñón del Cuervo haya estado ´siempre´ ahí no le debe mermar un ápice de su atractivo natural, el de ser ese idiosincrásico islote frente a la playa, que utilizábamos como una especie de castillo no hinchable con el agua en calma.

Miro una recreación digital del proyectado rascacielos en el morro de Levante, la que pretende explicar sus beneficios no ya sólo económicos sino estéticos. Se me antoja hábil, para un público infantil. Sitúa el huso de muchos pisos con uso hotelero entre dos grandes cruceros cuya perspectiva le hace parecer más pequeño e integrado en el entorno marino y portuario, pretendiendo casi necesaria su presencia, diría yo. En el argumento se nos ayuda a comprender que su construcción es un lenitivo para compensar la fealdad de los bloques de la Malagueta. Algunos no habíamos caído en la cuenta de que urgía solucionar con más altura el daño infligido a nuestro litoral en el desarrollismo franquista -que se produjo un poco antes del desarrollismo democrático-. Quizá también deberíamos equilibrar el ocultamiento del mar que han producido los chiringuitos de obra que se aprobaron y construyeron en el Paseo Marítimo de Levante construyendo otros junto a ellos, para que sean simétricos los tramos con pared y los que ofrecen el destino azul del mar a nuestra mirada horizontal. Y quizá habría que ´rehabilitar´ los edificios junto al hotel Málaga Palacio para igualar sus alturas a la que tiene el edificio del hotel y así ocultar del todo cualquier resquicio que pudiera alertarnos de que la antigualla de la Catedral está detrás.

Vale, soy consciente de lo cateto y demagógico que resulta esta manera de mirar al mar, según dicen. Pero algunos no sabemos querer a nuestra ciudad de otra manera que gratis, a largo plazo y seguramente equivocada. ¡Ay, Málaga!

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