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El palique

Jose María de Loma

Redactor jefe

Todos a la playa

El Gobierno anuncia que las playas estarán listas antes del verano, dice el titular. Y así todos los años. El año de la marmota. El año de las playas. Nuestras vidas son un temporal que va a dar al mar, que es una vastedad sin espigones ni arena. Desprotegido, decimos, en nuestra inmensa vanidad, como si no fuéramos nosotros los que tuviéramos (o tuviésemos) que protegernos de la mar bravía, incluso de la que está en calma, de la mansa tal vez. Las playas son uno de nuestros mayores tesoros pero no las saneamos correctamente ni las resguardamos de las inclemencias del tiempo, que por mucho que sean imprevisibles se prevén y vienen todos los años. Igual que arriba la Navidad o la Semana Santa o nuestro santo o la declaración de Hacienda, igual que siempre llega el dos de mayo o el Carnaval, inexorablemente viene un temporalazo que proporciona peripecias, causa incidentes, quiebra palmeras, resfría imberbes, cala bobos, explota paraguas y se lleva por delante las playas o las deja reducidas a la mínima expresión. Tal vez la mínima expresión de playa sea ´pla´.

Costas (del Gobierno central) ha echado ya más de 150.000 metros cúbicos de arena en las playas de la provincia. No puede decirse pues que estén aportando su granito de arena. Más bien es una o varias playas enteras lo que aporta. También 4,6 millones de euros, cantidad que no sabemos si da para mucha reparación costera pero que para gastar en un chiringuito sí que podría cundir. «Para aprender a rezar no hay más que viajar por mar», dice un proverbio inglés, pueblo muy marinero y a ratos también muy piratón. También rezamos a veces al deambular por los paseos marítimos y ver el estado calamitoso playero. Pero nosotros por donde viajamos es por la esterilla que conduce de la orilla a la hamaca, un caminar que es siempre más agradable si la playa no es un socavón o un pasaje lunar, un pedregal intransitable o una franjita donde no hay sitio ni para extender la toalla. A golpe de mar, pecho sereno, que dice la sabiduría popular. Pero aquí lo sereno es el ámbito turístico, que no pone el grito en el cielo aunque lo que debiera es poner el bramido en Costas.

Las playas están listas y nosotros prestos a pedir vacaciones para gozarlas, huyendo de la ola del Melillero, de domingueros y de natas, tiburones o chuloplayas e inclusive de chiringuitos adiscotecados y desasosegantes. Perseguimos espetos y perseguimos rumor de olas. Un rumor que a veces se convierte en noticia. Aquí sí hay playa.

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