La policía ha detenido en Marbella a una pareja francesa que se dedicaba a robar en hoteles de lujo. Para pasar desapercibidos iban siempre vestidos muy elegantemente, afirma el informe policial. Ladrones pero dandys.

No me digan que no es delicioso: para pasar desapercibidos vestían llamativamente. Debieron pensar: con bolsos de dos mil euros, sombreritos de Dior, corbatas de seda, relojes carísimos, zapatos italianos, chaquetas de Fendi, fragancias de Versace nadie reparará en nosotros, alojados en esos hotelazos en los que el camarero conoce tu nombre y cuántos gramos de salmón ahumado requieres en el desayuno. Eran dos descuideros. Unas maletas, unas joyas, un peluco. Limpiar una habitación, mangarse un anillito, desayunar free en bufés que incluyen langosta. De película. La policía los pilló en la frontera de Francia. Fugarse a Francia. O sea, una ordinariez impropia. Y ahí están los pobres, ella no se sabe, él en la cárcel de Figueras, añorando tal vez, camisa Ralph Lauren remangada, el dulce tacto de los cruasanes que hace cada mañana una firma proveedora de la Casa Real para cierto hotel marbellero. Echando de menos el tacto glamuroso de sábanas de buen lino, añorando los parabienes de educadísimos recepcionistas, prestos tal vez a planchar un ejemplar de este periódico, si el cliente lo requiere, para que pueda leerlo sin una arruga. Arrugas en su cara que mitigaría con un frasquito de Strivectin afanado a cualquier señoritingo huesped.

Siempre que se recupere el botín y vuelvan los objetos y el dinero a sus legítimos (y ricos) dueños, se agradece un poco de estilo en el delinquir. Robar a ricos y no hacer daño físico. Una alegría. Bastante vulgar es liarse a tiros o robarle a los pobres o cobrar impuestos, cosa que en la Costa del Sol se hace mucho y a destajo, sin piedad y sin elegancia ninguna. O sea, se hace de cualquier manera, como una mafia de tres al cuarto y no como una elegante banda organizada. Banda no, pareja. Si las bandas organizadas que pululan por la Costa son tan efectivas robando y ajustando cuentas, matando, secuestrando, cortando dedos, cómo serán las desorganizadas. Que alguien lleve a ese hombre a su celda, antes del juicio, un Borgoña y unas trufas suavemente perfumadas con buen aceite. Y luego, al trullo con limpísimos mocasines.