Ya tenemos presidente. Presidente por la mínima decían ayer algunos titulares. Presidente por accidente, gusta decir a parte de la oposición. Presidente tenaz y pese a todo. Presidente que se desdice de lo que haga falta. Presidente con apego al poder. Como si alguno de todos los que apetecen ese cargo tuviera escrúpulos. Presidente legítimo también, sin duda: el más votado en todas las últimas veces, que son muchas, que los españoles han ido a las urnas.

En la derecha, competición. Por ver quién es más de derechas. Tanto tiempo empleó Pablo Casado en decir que en el PP no son ultras, que Abascal, libre de tal etiqueta, se dedicó a arremeter contra los inmigrantes. Eso le dará votos. Está por ver que sea su eje argumental definitivo. Tiene que elegir si quiere ser Gil Robles o Salvini. Ayer a la tribuna se subió toda España: estadistas, proetarras, catalanistas, indepes, fachas, rojazos, reformistas, regionalistas, aprovechateguis, ministeriables, tiralevitas, cantamañanas, notarios, señores de Teruel y hasta jacobinos y peneuvistas que hablan bien. Rufián cedió su turno a la hermana de Dolors Bassa, que está presa por vulnerar la ley, no por ser independentista. Arrimadas subió a la tribuna a decirle a los demás lo que tienen que hacer, que es justo lo que ella y los suyos tendrían que haber hecho: propiciar un Gobierno constitucionalista presidido por el líder de la lista más votada y que no necesitara la abstención ni el sí de extremismos o independentistas.

A la hora de comer no había ya susto ni tamayazo ni traidores ni socialistas que hubiesen vulnerado la disciplina de voto. Había presidente, que corrió a Moncloa para poder designar, ya sí, a tal edificio, como hogar. Y no provisional. Probablemente, ya investido y almorzado, lo mejor que se le ocurrió hacer -de postre- fue llamar a sus ministros, sin duda, un ejercicio de poder este, telefonear a alguien para ofrecerle un ministerio, que debe proporcionar un placer mucho mayor que el de comer chocolate o fornicar, incluso que el de fornicar comiendo chocolate. Pronto será el primer Consejo de Ministros de este primer Gobierno de coalición de la historia reciente de España. El anterior fue en la II República y lo presidió Negrín. Tendremos quinielas sobre quiénes será ministros y también sorpresas y algún que otro Maxim Huertas de la vida. O sea, un personajazo al que se le ofrecerá cartera y sobre el que se investigará por ver de derribarlo.

La afición espera de este ejecutivo más salario mínimo, mejores pensiones, un poco de apretamiento de tuerca fiscal a los cuatro gatos que ganan más de ciento y pico mil trompos al año y que refuercen la sanidad y la educación públicas. Acechará ERC, pidiendo su mesa de diálogo, mesa tal vez con sus patitas, mesa de Ikea, con su barniz y su mantel de cuadros, insolidaridad y estelada. Presidente por la mínima. A ver lo que dura. Con la vitola de la provisionalidad lleva ya 'Moncloviviendo' una buena temporada.