Málaga, esta vez sí, vibró con la Copa del Rey de baloncesto. El Unicaja rompió el maleficio de no haber ganado ni un solo partido copero en casa y durante este inolvidable fin de semana de sana convivencia entre ocho aficiones nos regaló dos victorias para soñar con nuevos títulos. Luego vino la final, que es otra cosa.

Lamentablemente las gradas del Martín Carpena volvieron a evidenciar ayer lo que en tantas ocasiones hemos denunciado, que un nutrido sector de la parroquia malagueña tiene al equipo de su tierra (dígase también Málaga CF) como segundo en el orden de preferencias. Aplastaba el Real Madrid de dominio a fin y con media final en el bolsillo aún podíamos escuchar y ver el júbilo de algunos seguidores que lucían distintivos del equipo blanco combinados con los tonos verdimorados.

Es una estampa que ya vimos en La Rosaleda, incluso en tiempos de Champions. Y que periódicamente se repite con las visitas de los grandes clubes. Es un mal, además, bastante extendido en otros rincones del territorio español. Y quizás las excepciones sirven para llegar a entender cómo escuadras de poblaciones de mediano o pequeño tamaño, se han abierto camino hasta llegara la elite. Sobran los ejemplos. Seguirlos, sin lugar a dudas, nos hará mejores.

Como nos hacen mejores las ejemplares actuaciones de la maltrecha plantilla malaguista. Contra viento y marea, con esa sombra de un posible descenso administrativo, frente a los mil y un obstáculos que los jugadores han tenido ante sí durante el presente campeonato, y ayer le echaron los bemoles necesarios para asaltar el Carranza frente a Cádiz que lidera muy destacado la clasificación. Hubo quien se encomendó al Selu para que los amarillos se tomasen a guasa la sobremesa y se mostraran menos incisivos que de costumbre. Pero sinceramente, creo que el auténtico talismán fue la irrupción en la grada cadista de la cantante e influencer uzbeka Shahzoda.

La proclamada como artista del momento en toda Asia Central y el Cáucaso, invitada por LaLiga para conocer de primera mano la cultura y las tradiciones españolas, además de servir de vehículo en redes sociales para la difusión del balompié patrio, debería desde ya disponer de asiento perpetuo en el palco de Martiricos. Como mínimo debiera disponer de una invitación de quienes están al frente de la capitalidad deportiva europea que este año distingue a Málaga.

O puestos a tomar ejemplo y a hablar de aficiones incondicionales, recordemos la iniciativa que hace poco más de un año tomó la Sociedad Deportiva Eibar, pionera en abrirse camino en Asia con acuerdos, hasta empresariales, con la Cámara de Comercio de Japón. Aprovecharon una visita de sus cadetes a Uzbekistán para entregarle en mano a Shahzoda una camiseta personalizada del primer equipo. La intérprete lució la elástica en una imagen que compartió en sus redes y ahí sigue el Eibar, instalado en Primera. Shahzoda, talismán.