El sociólogo Alfonso Carlos Comín, autor de «La España del Sur», citaba una reflexión que impactó en los años de emigración interior incontenible: «Si el andaluz rico piensa en Madrid y el andaluz pobre piensa en Barcelona ¿quién piensa en Andalucia?» Parafraseando a Comín hoy podría decirse: «Si el Gobierno (y los gobiernos autonómicos) piensa en Cataluña y la oposición piensa en Venezuela, ¿quién piensa en España?»

Pensar en España no es citarla en cada frase, ni exhibir la bandera más grande. Hasta la oposición que adora esas prácticas, no para de hablar de Venezuela, aprovechando la torpe comunicación gubernamental del incidente de Barajas.

Ni rastro de los problemas de los ciudadanos, que encabezan las encuestas de preocupaciones del CIS. Peor aún: con un estilo rancio como el empleado en el Congreso -véase la última semana con Pablo Iglesias, Teodoro Garcia Egea y otros- crecerá el convencimiento de que estos políticos son fuente de preocupación antes que de solución.

La semana ha sido confusa: acoso sin tregua de Génova al marianista Alfonso Alonso; la unanimidad inicial entre socialistas y podemitas en la gestión gubernamental, ha presentado fricciones inesperadas a cuenta de la crisis de los agricultores, la política migratoria y la ley de libertad sexual. Mal comienzo. Los avances hacia la mesa del diálogo con Cataluña han descolocado a Quim Torra al que convocó a Moncloa sin preguntarle fecha, mientras él seguía reclamando sin éxito un mediador internacional. Atentos al cambio de flujos en la cuestión catalana: hasta hace poco todo era responder a pulsos de la Generalitat, o de cualquier sucursal activista; en cuanto se ha tomado la iniciativa se ha descolocado al independentismo radical. Si Vázquez Montalbán acuñó lo de «Contra Franco vivíamos mejor», va a resultar que «contra un Madrid silente, el soberanismo era más feliz». Santi Vila, en la presentación de su interesante libro «Vencer y Convencer», recordaba, no obstante, un dicho catalán: «Tant de día como de nit, la culpa la te Madrid». Así que de día o de noche ya se sabe quién tiene la culpa. Solo que Torra tiene que dar explicaciones a los suyos. Hace muy poco amenazaba con elecciones catalanas inmediatas y ahora trata de ganar tiempo porque, si las convoca, se vuelve para Girona. «No hemos avanzado mucho pero al menos en el horizonte se vislumbra una salida modesta y escasamente cinematográfica», escribe Antoni Puigverd con un halo de esperanza que reforzaría, a su juicio. la salida de los presos y la estabilidad de Pedro Sánchez en la Presidencia si logra aprobar los Presupuestos. Paradójicamente todo pasa por una cárcel, o mejor, por la celda de Oriol Junqueras. Extraño país el nuestro.

Entretanto la partida internacional se recrudece: perspectivas de recorte drástico en los Presupuestos europeos; amenazas directas de Estados Unidos a España si abre la puerta a la tecnología china de Huawei (en Barcelona con el Mobile saben cómo las gastan); temor de los Gobiernos europeos si aplican la tasa Goggle, o nuevos impuestos, a los que facturan tantos millones pero no cotizan. Donald Trump ha conquistado a los gigantes tecnológicos del Silicon Valley, que apoyaron a Hillary Clinton, en su papel de gendarme mundial sin contemplaciones. Y avanza triunfal hacia su reelección. Es lo que viene.