"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí". Así empezaba el discurso de García Lorca con el que inauguró la biblioteca de su pueblo natal. De ese discurso también dejó proclamada la frase "si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro". No soy yo quien para enmendarle la plana a Don Federico, pero en cuestión de hambre y cuando aprieta la necesidad, hay que tener mucho temple y mucho amor para hacer un mitad y mitad.

Me acordaba de ese episodio pensando en que la cultura no es sólo un titular y una rueda de prensa, aunque a veces parezca que las cosas se hacen solas. Que la cultura es también el resultado de muchos temporeros, de muchos porteadores de la carga que nunca viene ligera, pero qué bendita carga que es el trabajo, y si además es lo que amas. A todos ellos, oficios, producción, técnicos, servicios, que suman encargos contando siempre con que haya suerte y tino, este año se han quedado con la mies baldía. La cultura es también la representación suspendida que ya no puede tener nueva fecha, y la actriz que también va al Carrefour a por su sustento. Como el agricultor que miraba esperando que llueva, mucha Málaga -y mucha Andalucía y mucha España y mucho todo- se ha quedado mirando al otro lado de la pantalla.

La cultura es una actividad elevada, a veces un parquet de altos vuelos; en ocasiones, un pasillo de vanidades. Pero es también el taller, la industria, el mostrador, el tajo. Son muchas personas, muchas, que piden el libro, sí, pero que también necesitan el pan.