Amaneció ayer en la ciudad japonesa de Sapporo a unos 23 grados. Fresquito para estar a nueve de agosto, si tenemos en cuenta que sobrepasaron los 35 la capital nipona y numerosas localidades españolas. Un día cualquiera en Japón, sí, de no ser porque lo teníamos marcado en rojo como la fecha de finalización de los Juegos Olímpicos de verano. Y no iba a ser un fin de semana cualquiera, además, porque el calendario deparaba la celebración en Sapporo de las maratones de Tokyo 2020.

No crean que no fue complicado esto de llevarse la prueba reina del atletismo, por no decir de unos JJOO, a más de 1.100 kilómetros de distancia. Sin embargo, cambio climático mediante, los últimos veranos han sido tan sofocantes en el entorno metropolitano de la sede principal , que la organización no tuvo más remedio que buscarle acomodo en esa otra ciudad que tan extraordinarios recuerdos guarda para el olimpismo español.

Las crónicas nos relatan que Sapporo sirvió de escenario para que el legendario Paco Fernández Ochoa, el domingo 13 de febrero de 1972, se colgase la primera medalla de oro olímpica en una disciplina individual. Fue en los Juegos Olímpicos de invierno y en la prueba del slalom, la más técnica de cuantas albergaba por entonces el programa oficial. España sólo había sumado hasta entonces dos oros, pero en deportes colectivos: pelota vasca, en París 1900, e hípica por equipos, en Ámsterdam 1928.

La actual pandemia nos ha impedido disfrutar durante las últimas semanas del mayor acontecimiento deportivo internacional, con el permiso del Mundial de fútbol, y para poder vibrar de la maratón por las calles de Sapporo ahora tendremos que aguardar todo un año. En realidad, apenas 347 días (49 semanas y media) nos separan del encendido del pebetero olímpico de Tokyo 2021. Porque con el permiso del coronavirus, de la inmunidad de rebaño o de la ansiada vacuna, el 23 de julio está prevista la ceremonia inaugural.

Restan casi 11 meses y medio y, según para qué cosas, es mucho o poco tiempo. Por lo pronto, las autoridades niponas retiraban el pasado jueves (no esperaron ni a la fecha en rojo de ayer) los anillos olímpicos que desde enero flotaban sobre una gran barca en la Bahía de Tokio. Sostienen que necesitan «tareas de mantenimiento».

Lo mismo hasta necesitan una mano de pintura cada uno de esos cinco anillos cuyos colores justificaba, en agosto de 1913, el mismísimo Pierre de Coubertin. Así expresaba el simbolismo del nuevo emblema olímpico, donde la bandera española que luego brillaría en Sapporo daba sentido a dos de los anillos: «El azul y el amarillo de Suecia; el azul y el blanco de Grecia; los tricolores de Francia, Inglaterra y Estados Unidos de América, Alemania, Bélgica, Italia, Hungría; el amarillo y el rojo de España junto a las nuevas banderas de Brasil, Australia y Argentina y a las del antiguo Japón y la joven China. He aquí un emblema verdaderamente internacional». Y que por primera vez se dispone a brillar en un año no bisiesto.