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El contrapunto

Rafael de la Fuente

El Martinez de Cannes, una experiencia singular

Todo empezó cuando un noble británico, Lord Brougham, en su viaje camino de Italia, en 1834, descubrió Cannes y sus encantos. La Croisette era entonces un agradable y rústico camino junto al mar, donde los lugareños solían reunirse. Algunos tenían la costumbre de rezar delante de una cruz, La Croisette, venerada desde hacía siglos. Enfrente, las islas Lerins hacían de vigías, por si naves hostiles se acercaban a aquel luminoso enclave. Lord Brougham fue para Cannes lo que el príncipe Alfonso de Hohenlohe fue para Marbella, mi pueblo. Un personaje providencial.

En tiempos del emperador Napoleón III, Cannes ya era un lugar consagrado por el gran turismo internacional. La Croisette recibió entonces un nuevo nombre, en consonancia con la creciente importancia del lugar. La bautizaron con el nombre de Boulevard de l’Imperatrice. En honor de una gran dama española, doña Eugenia de Montijo, emperatriz de los Franceses. En 1871 todo se vino abajo con el Segundo Imperio. La Croisette volvió a su nombre primigenio. Fue en aquella época cuando Francisco II, rey de las Dos Sicilias, mandó construir una elegante y amplia villa en el número 73 del boulevard. Destronado aquel monarca, y con el más modesto título de conde de Caserta, mejoró notablemente el palacete, al que llamó ‘Villa Marie-Thérèse’. Hasta el fin de la ‘Belle Époque’ fue una residencia muy valorada por los muchos acontecimientos sociales que allí se celebraban.

Poco a poco la Croisette se fue llenando de grandes hoteles y edificios importantes. La antigua ‘Villa Marie-Thérèse’ llamó la atención un día de Emmanuel Martinez, un sagaz hotelero de origen siciliano, llegado a Francia en 1902. Decían que su padre, comandante del puerto de Palermo, descendía de una antigua familia española, llegada a Sicilia con los Borbones. Aprendió trabajando en importantes hoteles parisinos. Su sueño empezó a ser realidad en 1927, el año en el que comenzó la construcción del Martinez. Sería entonces el hotel de mayor capacidad de la Costa Azul y uno de los más admirados. La crisis económica del 29 complicó aquellos tiempos en Francia y en tantos otros lugares. Los nubarrones que oscurecían el horizonte ya presagiaban grandes catástrofes financieras y sobre todo una profunda inestabilidad social y política. Los hoteleros de Cannes, que hasta entonces acogían solo un turismo de invierno de alta gama, decidieron en 1931 abrir sus hoteles en verano y mejorar así sus ruinosas cuentas de resultados. Por primera vez en su historia, Cannes tendría también una temporada de verano. La moda de las vacaciones en la playa se extendería a todo el mundo.

La Segunda Guerra Mundial, unida a la ocupación de Francia, fueron un terrible golpe para Emmanuel Martinez y sus intereses. Las autoridades alemanas requisaron su hotel. Éste también tuvo que soportar el poco deseable patronazgo de tóxicas organizaciones francesas, simpatizantes del Tercer Reich. Las forzadas y no deseadas concomitancias del propietario del Martinez con los ocupantes nazis y sus colaboradores tuvieron al final unas consecuencias desastrosas para el hotelero. Después de la guerra, el gobierno de la Francia liberada expropió el hotel, que pasó a ser propiedad del Estado. Situación que cambió en 1979, el año en que fue vendido al prestigioso grupo hotelero francés Taittinger. Emmanuel Martinez, en la ruina, había fallecido en 1973, con 91 años de edad.

En los últimos años de la posguerra, en una Francia muy tocada, se produjo un hecho que bordeó lo milagroso y que cambió espectacularmente el rumbo y la situación del Martinez. Gracias al proyecto de un grupo de cineastas capitaneado por Philippe Erlanger, se retomó la idea de organizar un gran festival internacional de cine en Cannes. Y desde entonces, cada primavera, Cannes y el Martinez se convertirían en la segunda galaxia mundial del cine. Gracias a uno de los más prestigiosos festivales cinematográficos del planeta. La presencia en La Croisette de todos los mitos vivientes del séptimo arte, mezclándose cada año con las jóvenes promesas de ese mundo siempre mágico, permitió al Martinez recuperar e incluso incrementar su antiguo esplendor.

En 2001 el gobierno de la República Francesa clasificó al Hôtel Martinez como un bien de gran valor histórico, protegido por el Estado. Y como tal, parte del Patrimonio Nacional. En el otoño de 1989 mi mujer y yo pasamos una semana inolvidable en ese excelente hotel, ya legendario, con motivo de nuestra participación en el Congreso Internacional de los Relais & Chateaux. Pero eso ya es tema para otra historia.

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