Opinión | MÁLAGA SOLIDARIA

Más puentes y menos muros

Todos somos emigrantes, un sueño y un pasaporte» dice Jorge Dexler, palabras que resumen el sentido profundo del Día de las Migraciones, el 18 de diciembre. Pero un año más, al que acompañan dolorosas situaciones de injusticia hacia el colectivo migrante, legitimadas bajo el paraguas de políticas y leyes criminalizadoras de las personas migrantes.

Las organizaciones que acompañan a las personas migrantes no quieren pasar por alto esta fecha y denunciar dichas políticas migratorias deshumanizadas y contrarias a los derechos humanos, a través de cuatro grandes realidades:

De manera especial alzar la voz ante la indiferencia y silencio que rodean las diarias muertes de migrantes en el mar. En lo que llevamos de 2021 han fallecido intentando llegar a Europa a través de su frontera sur un total de 1.947 personas, una cifra que se acerca a las 2.271 en 2020. Víctimas en las fronteras marítimas, cuyas cifras son realmente sólo una estimación pues el número será seguramente superior. Ante este drama piden construir relatos, alejados de los números, en los que las personas puedan apelar a su condición desnuda de ser humano como fuente de derechos y reconocimiento de identidad, denunciando el silencio institucional ante estas muertes de cada día, que se convierte en un argumento en favor de las posiciones antiinmigrantes.

Otro aspecto que denuncian es el levantamiento, cada día más, de muros antiinmigrantes en la Unión Europea (UE). Algunos tan emblemáticos como el de Berlín cayeron hace poco más de 30 años simbolizando el fin de una de las épocas más oscuras de Europa. Pero tres décadas después, la UE cuenta con alambradas y paredes de hormigón que multiplican por seis la longitud del muro de Berlín. A día de hoy, diez Estados miembros (España, Grecia, Hungría, Bulgaria, Austria, Eslovenia, Polonia, Letonia, Estonia y Lituania) cuentan con algún tipo de fortificación para frenar el paso de personas migrantes. Las alambradas se han multiplicado en las últimas décadas pasando de dos en la década de los 90 a quince en 2019. Recientemente, el gobierno griego informó de que ha completado una valla de 40 kilómetros en su frontera con Turquía, un muro de 5 metros de alto, siguiendo el curso del río Evros. Por su parte, Turquía, está haciendo algo parecido en su frontera con Irán, en territorio de Kurdistán. Mencionar también que, a principios de julio, Lituania anunció la construcción de un muro de 500 kilómetros en su frontera con Bielorrusia, donde se calcula que han llegado unas 4.000 personas en los últimos meses. El último turno, por ahora, le ha correspondido a Polonia, que anunció otro muro de 2,5 metros de altura para frenar lo que califica de «guerra migratoria» con Bielorrusia.

Su preocupación también por los menores extutelados. Aunque celebren los avances del Real Decreto con el que se modifica la Ley de Extranjería para facilitar la obtención de permisos de residencia y trabajo para menores y jóvenes extutelados, saben que en los últimos años en la ciudad de Málaga ha crecido el número de jóvenes procedentes del sistema de protección de menores que tras la mayoría de edad se encuentran en situación de emancipación jurídica, pero no social. Son jóvenes que, al cumplir los 18 años, se enfrentan a una triple barrera: ser joven, ex-tutelado/a y, en su mayoría, extranjero/a, todas ellas características que les sitúan en el camino hacia la exclusión laboral y por tanto, social. La mayoría son varones y de nacionalidad marroquí. En Málaga existe un centenar de plazas en pisos tutelados. Pero los datos hablan de que en 2020 cumplieron la mayoría de edad en Andalucía más de 400 chicos no acompañados y hay una perentoria necesidad de recursos.

Se unen también a la petición de más de 300 organizaciones y 50.000 personas que piden al Gobierno una regularización urgente de personas migrantes. Una amnistía para personas migrantes que cumplen con creces los requisitos de estancia y que han colaborado especialmente en la pandemia. Una pandemia que ha tenido profundas repercusiones económicas y psicosociales en países de origen, tránsito y destino, paralización del tránsito migratorio a escala mundial, suspensión de plazos administrativos, retrasos en la tramitación de solicitudes y expedientes y numerosas resoluciones desfavorables durante el estado de alarma.

El Día de las Migraciones es sobre todo una ocasión para «ponernos en el lugar del inmigrante», como canta Chambao. Entender que somos distintos, pero iguales. Para abrir los ojos y ver las migraciones como un fenómeno tan antiguo como la propia humanidad, y que continuará como el día sigue a la noche, porque como escribe Rosa Montero «seguirán viniendo, y seguirán muriendo, pues no hay muro capaz de contener los sueños».

Presidente de la Plataforma de Solidaridad con las y los Inmigrantes de Málaga