Mis días marinos

Un hombre afortunado

El conde Rudi, Cristina Armenteros y Mariano Vergara.

El conde Rudi, Cristina Armenteros y Mariano Vergara. / L. O.

Mariano Vergara

Mariano Vergara

Queridos María Luisa y Rudi. Es un verdadero honor el que me pidierais que presentara el libro ‘Un hombre afortunado’ aquí en el Museo Jorge Rando, porque además eso me ha proporcionado una primera alegría que ha sido encontrarme con dos personas con las que he compartido muchos sueños, muchos afanes, a las que hacía muchísimo tiempo que no veía, por motivos diversos.

Una de ellas es Sagrario, a la que no veía desde que desgraciadamente Félix Bayón, su marido, se fue, y que era uno de mis mejores amigos. Y a Jorge Rando, pues, hemos hecho tantas cosas juntos… exposiciones, la catedral con las cruces, la catedral con las campanas… Tengo un cuadro maravilloso, que Jorge me regaló en la sala de juntas de mi despacho. En fin, quiero decir que el acto no ha podido empezar con mejor pie. Rudy y María Luisa, pues, y tantísimos amigos, muchos de los cuales tampoco veía hace mucho tiempo.

Total, que en este marco tan bonito que Jorge ha construido, hay que decirlo, solo, con este exquisito gusto y la profundidad de su pensamiento que está reflejada en cada una de las paredes y de las estructuras y de las piedras… Jorge es un hombre de una extraordinaria fe y no hay por qué negarlo, porque él lo publica abiertamente y su pintura está llena de espiritualidad y de profundidad.

Bueno, a partir de aquí, empiezo a hablar del libro. Aunque tenga dos botellas de agua no quiere decir que vaya a hablar tantísimo. Quiero decir que me he sorprendido profundamente, cuando he leído el libro. Sí, porque no es un libro de memorias al uso, no es una relación de hechos, de una vida más o menos interesante, no es solo una colección de fotografías preciosas, con una edición muy bonita, que hemos estado comentando antes aquí, con una reproducción de las fotografías magníficas, muy bonitas.

Cuando decía que no es un libro de memorias al uso, es que la primera mitad del libro, me impresionó, sinceramente. Porque aunque tú, Rudy, lo vivieras como un niño de 12 años, como una aventura, como un juego, estar en casa de tus padres, y cuando a tu padre se lo han llevado al frente en la Segunda Guerra Mundial, y tu madre se queda en el castillo con todos vosotros, niños, y las divisiones rusas a las puertas del pueblo, estáis viviendo una tragedia.

Eso marca una vida. Y está narrado, José María, con tal amenidad, tal facilidad, tal... es decir, no es un libro complicado, es un libro que literalmente te bebes. Y eso es importantísimo en las memorias de unas personas, porque no es solamente la vida de Rudi, es la vida también de una bisnieta del último emperador de Alemania. Del Káiser. Es que parece que eso no cuenta, como estamos acostumbrados a verla y a decir «oye, María Luisa...», pues no nos damos cuenta lo que eso es. Pero estamos hablando de la casa imperial más importante de Europa. Esto tiene un profundísimo significado y hace falta tener mucha clase y mucha elegancia para que una bisnieta del emperador diga que llegó a Marbella y cuando en una huelga se tuvo que poner a fregar platos, los fregó y como dicen Rudi y Alfonso en más de una ocasión, que si había que limpiar cuartos de baño, se limpiaban, que la huelga había que ganarla como fuera, porque ni el propio personal del hotel sabía el motivo del paro, ya que ellos ya tenían todos los derechos que reclamaban sus compañeros de otros hoteles y que aquel lugar tenía que convertirse en uno de los sitios más elegantes y más bonitos de España o de Europa posiblemente.

El otro día, cuando tuvimos la dicha de que... en fin, el honor de que María Luisa y Rudi nos invitaran a comer en el Marbella Club, y luego Eloy, que tenía que ser el guía oficial de Marbella, no sé -Titi podía pensárselo, ¿eh? - me hizo un recorrido por los jardines contándome historias de cada uno de los árboles, de las plantas, de las velas con decenas de años derramando cera en los olivos convertidos en candelabros. de cada uno de los recintos y estancias, del salón maravilloso que parece un cuarto de estar de una casa, de una casa, de un hogar. Y eso es... Hay muy pocos hoteles que a mí me hayan producido esa sensación, ¿no? Quizás el Hotel Victoria de Ronda en sus buenos tiempos, cuando... bueno, por cierto, los abuelos de Luisa Hafner, que anda por ahí, pasaban también todos los veranos en el Hotel Victoria, igual que nosotros con mis padres, pero quiero decir, eso no se consigue fácilmente y eso es la obra de toda una vida y de toda una vida de unas personas que han vivido de una manera absolutamente maravillosa, hasta su niñez y de pronto se encuentran sin nada, con la noche y el día. Y vienen a un país que no es el suyo, aunque haya muchas vinculaciones históricas, dinásticas, entre la casa de Austria y la casa de Alemania con España.

Anoche estaba buscando datos de Sajonia, porque una de las cosas que más me ha impresionado es la historia de cuando tus abuelos, señores de Sajonia y por tanto protestantes, van a Roma después de mucho pensarlo, porque, claro, Roma era como el nido de la herejía. Entonces van allí y al entrar en San Pedro, se convierten al catolicismo y a su vuelta, se encuentran con la oposición de toda la población, sobre todo de los empleados de las tierras y tiene la familia que traer empleados de la católica Baviera. Siempre estamos hablando de la intransigencia española y tal, pero no olvidemos que estamos hablando de Alemania y de los años 10 del siglo XX, y que esto fue antes de ayer. Esto no se lee en una memoria de la Café Society ni de los Royal, no, esto es otra cosa, aunque tiene partes absolutamente divertidas, que después contaré un par de anécdotas que muchos de vosotros conoceréis, pero es un libro realmente hermoso que destila por un lado una cierta nostalgia, pero sobre todo una inmensa alegría de vivir. Un optimismo, una vitalidad, un no rendirse nunca, convertir la diversión y la alegría de vivir en una fuente de ingresos. Eso no lo hace cualquiera. Eso se hace cuando se tiene muy buena cabeza para hacerlo. Mi primer consejo, compren el libro y léanlo. Van a pasarlo francamente bien. Sí quería comentar dos o tres cosas. El tema que he mencionado del catolicismo y el protestantismo en otro país hubiera sido menos importante, pero como todos sabéis, antes, en el Sacro Imperio Romano Germánico, el emperador, era elegido, no era por sucesión hereditaria, lo sabemos también por la historia de España, Carlos V tuvo que gastarse mucho dinero del que vino de América en conseguir la corona imperial, porque los príncipes protestantes no estaban para nada de acuerdo.

Eso se relaciona con muchas de las cosas que están pasando desgraciadamente en este país también. La intolerancia. Pero en fin, no quiero entrar por esa vía, porque hemos venido a pasar un rato agradable. Quiero leeros un párrafo de un artículo que escribió otro magnífico amigo nuestro, Rafael de la Fuente, que me ha enviado Olga Mendoza y que voy a leer: «He escrito con frecuencia y siempre con respeto y admiración sobre esa ilustre institución marbellí, el Marbella Club, y los providenciales personajes que lo hicieron posible, como el Conde Rudi. Tengo delante uno de mis artículos. El Príncipe Alfonso de Hohenlohe - Langeburg fue publicado en la Opinión de Málaga el 26 de febrero de este año. Cito estos párrafos. Don Alfonso, entre sus muchos aciertos, tenía la cualidad de saber rodearse de los mejores colaboradores. Y esto se volvió a confirmar con la llegada desde Alemania el 28 de diciembre de 1956 de su primo, el conde Rudolf von Schoenburg, un joven hotelero que ya contaba maneras, graduado en la prestigiosa escuela hotelera de Laussane. Había sido fichado por uno de los mejores hoteles de Alemania, el VierJahreszeiten de Hamburgo. Cuando su primo Alfonso le contó lo que estaba haciendo en Marbella, no lo dudó ni un segundo. Tomó el avión y España y Marbella ganaron con el talento y la brillantez de este joven genio que hasta el día de hoy en el Marbella Club actual sigue trabajando por la grandeza de la industria turística española. El príncipe Alfonso tendría a partir de ese momento la mitad de las batallas ganadas gracias a su primo el conde Rudi, como pronto lo bautizaron los marbellíes. No en vano la dinastía de los Schönburg ocupa uno de los capítulos más apasionantes de la historia de Alemania y del Reino de Sajonia».

Hay dos o tres apartados en el libro, sobre todo, cuando habla de la época dorada de Marbella, que son realmente divertidos. Habla de su amistad con Ignacio Coca, que fue muy importante en la vida de mi familia. Cuando se estaba haciendo la casa en Los Monteros, se fue a vivir con ellos al Marbella Club y con él apareció el duque de Windsor y hay una anécdota divertidísima. Un día anuncian que el duque va a ir a darse un baño al Beach. Todo el mundo se pone corbata y chaqueta y aparece el duque de Windsor sin chaqueta y sin corbata. Todo el mundo sale corriendo para los bungalows a cambiarse la chaqueta y la corbata. Entonces el duque, cuando ve que todo el mundo está muy bien vestido, vuelve a su bungalow y se pone chaqueta y corbata y cuando baja todo el mundo está en bañador. Entonces ya el pobre coge la corbata y la tira a la piscina en típico gesto británico.

Y hay otra de cuando la guerra del Congo, el presidente de Biafra, Moisés Thombé, venía con cierta frecuencia al Marbella Club y una noche estaba Rudy con un alto cargo de la Krupp, que quería vender unas vías de ferrocarril y Thombé estaba en el comedor rodeado de tremendos guardaespaldas y un camarero quiso , el hombre, lucirse y salió de la cocina con la sopera de plata brazo en alto. El pobre patina, se cae y le tira toda la sopa en lo alto de la cabeza al presidente. Rudi acude rápido y se escuchan los chasquidos de las metralletas cargándose. No, no, no, no, no. Y Rudi cree que ha acabado su vida. No, no, no, no, no, no. Imagino la escena de sopa, presidente, Rudi aterrorizado, camarero gritando perdón y metralletas. Afortunadamente no pasó nada como veis.

Hay un tema que me pareció fascinante el otro día cuando Eloy me enseñaba los jardines y todo eso, y es qué poco nos damos cuenta los andaluces de lo fácil que lo tenemos para crear belleza. Basta con una pared blanca, y un suelo de chinos, y una buganvilla, unos geranios, y un naranjo, y ya estás en el paraíso. No hay que buscar más. No hay que poner ni orquídeas, ni aves del paraíso, ni cosas espantosas. No, no. Cosas muy simples, muy normales, muy humildes, Belleza pura.

Voy a terminar ya. Solamente quería leeros un párrafo que ha escrito su hija Sofí y otro de su hijo Fritz, contando consejos de su padre. Dice Sofí: «Trata siempre a todo el mundo como te gustaría que te trataran, dedícate a lo que quieras, pero aquello que decidas hacer, hazlo de todo corazón. Presta atención y trata con respeto a todo el mundo. Escucha con detenimiento, aprende y sé agradecida. Intenta en la medida que puedas devolver a los más desfavorecidos un poco de la fortuna que has tenido naciendo en un entorno privilegiado. Con nuestro nombre viene una gran responsabilidad. Siempre has de dar ejemplo, humildad y sencillez no se nos caen los anillos por nada. Si hay que remangarse, se hace».

Y esto lo cuenta Fritzi: «En el año 2002 una huelga general dejó a los hoteles de Málaga sin servicio. Su padre le pidió que le echase una mano. Aunque se resistió por temor a no saber hacerlo bien, su padre le dijo, has visto suficiente en el Marbella Club para saber lo que hay que hacer. Los manifestantes estaban en la puerta y sólo podían trabajar los altos directivos. Bajamos mi madre, mi hermana Sofía y yo a ayudar a recibir a los clientes, coger los teléfonos o montar las hamacas. Para su sorpresa, el trabajo le dejó maravillado. Por la mañana, un cliente del hotel le llamó personalmente para agradecerle su servicio. Lo recibí con tanta ilusión que me convencí de que este era mi destino». Hoy es director de un hotel de gran lujo en Madrid.

* Transcripción de la presentación del libro de memorias del Conde Rudi