Marca Málaga

Reflexiones sobre la economía de Málaga

Una imagen del litoral malagueño.

Una imagen del litoral malagueño. / L. O.

José M. Domínguez

José M. Domínguez

Según atestigua la experiencia histórica de países, regiones y ciudades, el destino económico no está predeterminado por fuerzas inexpugnables. No existen automatismos que garanticen el progreso, ni tampoco frenos insalvables que lo impidan. El resultado depende, en gran medida, de cómo se configure el marco de actuación, del respeto del imperio de la ley, de la calidad y la eficacia de las instituciones, y de la capacidad de generar dinamismo económico. La ciudad de Málaga concita hoy una gran atención dentro del panorama nacional e internacional. Es, en puridad, una de las muchas ‘Málagas’ que podrían haber sido, y nada asegura que su estatus actual se mantenga incondicionalmente en el futuro. Todo dependerá de las estrategias que se adopten, y de su posicionamiento relativo en un entorno cada vez más complejo, cambiante y competitivo.

La ciudad no deja de ser, en todo caso, una realidad integrada por proyectos y espacios colectivos, pero sustentada en una estructura territorial y social caracterizada por un elevado grado de diversidad y heterogeneidad. La visión global ha de complementarse, pues, con la incorporación de una perspectiva granular. Es también la capital malagueña uno de los casos en los que de forma más significativa se aprecia la diferencia existente entre la urbe administrativa y la urbe efectiva, que, prácticamente sin solución de continuidad, se extiende al conjunto de los municipios del área metropolitana y, de manera especial, a la franja costera. Más de un 80% de la actividad económica y de la población de toda la provincia se concentra en esa macroárea.

A tenor de los datos macroeconómicos, Málaga ha protagonizado una historia de éxito a lo largo de los últimos decenios. A mediados del siglo veinte, la provincia representaba un 12% de la economía andaluza. En la actualidad se sitúa algo por encima del 20%. Desde 1995 hasta antes de la pandemia de la Covid-19, la magnitud de la economía, en términos de PIB y de ocupación, se duplicó. El PIB per cápita se incrementó cerca de un 50%.

Hay un amplio elenco de factores explicativos del dinamismo de la economía malagueña. Como telón de fondo, el entorno natural, el patrimonio histórico y el capital físico, con una mejora muy sustancial de las dotaciones de infraestructuras y de equipamientos de ocio y culturales. Ha habido también una gran expansión del parque empresarial, con un aumento de empresas en sectores de alta y media-alta tecnología, y de tecnología punta, y con un destacado papel del PTA.

La atracción de flujos turísticos, con una clara interacción de oferta y demanda, ha desbordado las expectativas. El capital humano ha tenido una aportación de primer orden. La ampliación de titulaciones por la UMA ha ejercido como factor de impulso. Hay que aludir, asimismo, a la planificación estratégica metropolitana, y al papel de Málaga como gran ciudad, abierta, orientada a la innovación y a la cultura.

No obstante, los buenos registros económicos agregados no deben ocultar los problemas existentes, ni llevar a desatender los grandes retos que se afrontan ya o se perfilan en el horizonte cercano. De entrada, no pueden obviarse algunas debilidades en el ámbito del mercado de trabajo, con una tasa de paro que no descendió del 10% en el punto más alto del ciclo económico anterior, en una etapa de intensos cambios, marcada por la transformación tecnológica y la digitalización, en la que se aprecian desajustes entre la oferta y la demanda. Por otro lado, la buena evolución en términos globales no puede ocultar la existencia de brechas sociales y territoriales, ni la intensificación del uso de determinados recursos naturales. A pesar de la trayectoria económica, el PIB per cápita se sitúa más de un 25% por debajo de la media española, y un 40% respecto de la Eurozona.

No puede perderse de vista que hay una serie de importantes retos que se derivan de fuerzas y tendencias globales. Otros son de carácter más específico: a) acceso a la vivienda; b) atención de nuevas competencias y perfiles profesionales; c) retención y atracción del talento; d) necesidad de acompasamiento de nuevas infraestructuras; e) atenuación de los desequilibrios territoriales intraprovinciales e intramunicipales; f) diversificación de la estructura productiva; y g) convergencia económica real, cuyo desfase viene explicado por los menores niveles de ocupación y de productividad.

‘Siempre denodada’, uno de los atributos recogidos en el escudo de la ciudad, ha sido uno de los factores primordiales -no siempre explicitado ni suficientemente reconocido- de su trayectoria histórica. Como antídoto de la autocomplacencia, está llamado a serlo aún más para alcanzar los objetivos del Plan Estratégico Málaga 2030, que toma como ejes la educación y la ciudadanía.