Ver, oír y gritar

Un camino hacia el futuro

Santiago Abascal, Yolanda Díaz y Pedro Sánchez en el debate electoral a tres.

Santiago Abascal, Yolanda Díaz y Pedro Sánchez en el debate electoral a tres.

Marc Llorente

Marc Llorente

Se ha decidido en las urnas el modelo que se desea para la nueva legislatura. ¿Conservador, con licencia para dar marcha atrás, o progresista para seguir avanzando en beneficio de la mayoría social? La movilización logra una remontada que se ha conseguido en parte, y ahora el asunto es poder formar gobierno con los apoyos correspondientes, que no parece tarea fácil, ya que Junts reivindica la amnistía y la autodeterminación para dar su apoyo a la gobernabilidad española, cosa imposible y que por sí sola expresa la dificultad después del 23J. ¿Podría abstenerse? Esa es la cuestión. El independentismo se desploma, si bien el partido del ausente Puigdemont, al que la Fiscalía pide poner en búsqueda y captura, tiene la mágica llave que puede reeditar la coalición. De tal modo, este hombre entra en el debate poselectoral.

Unos querían derrotar al PP, más aún cuando su forma de oposición es manifiestamente mejorable porque la aportación a su país y a sus gentes ha sido nula y solo se ha guiado por la marrullería y la actitud antidemocrática, y otros han pretendido que Sánchez y el PSOE se hundieran, pese a su aportación gubernamental no exenta de ciertos errores. Las aguas socialistas están calmadas. Sea como fuere, el auténtico ganador es el bloque de izquierdas. Ganan los «perdedores», cree Ayuso. Es decir, millones de ciudadanos que siempre deben perder. Sánchez ha pedaleado en esta gira por España y ha subido peldaños difíciles. Feijóo se sentía vencedor y con una victoria holgada, pero solo gana el combate a los puntos y está zombi. Vox besa la lona en el cuadrilátero. Y triunfa la dignidad democrática, a pesar de todas las dificultades que se presentan seguidamente.

Yolanda Díaz, sin dormir más de dos horas y con una plancha relajante bajo el brazo, ha querido ser la primera presidenta española en la Moncloa. No lo va a ser. Sumar dialoga con otros grupos para formar gobierno. Por otro lado, un Abascal (hoy grogui) ha venido defendiendo la censura de Vox en ayuntamientos y lamenta la «pulsión censora de la izquierda». Elogió a Agatha Christie, como si estuviera perseguida, y carga contra los contenidos que apuestan por la diversidad. Lo que les gustaría es que los creadores estén domesticados, al servicio de sus intereses. La libertad de expresión no puede depender de la intolerancia de quien administre asuntos culturales.

La derecha extrema montó el número de circo en Génova, 13, la sede central que tuvo una reforma con dinero negro, a propósito de la condena de la Audiencia Nacional. Celebrar lo que no empuja a la celebración es ridículo. Las papeletas no eligen a un presidente, sino a diputados y senadores, y el Congreso procede a investir (o no) con mayoría absoluta o simple en una segunda votación. A todo esto, entre otras sesudas reflexiones, M. Rajoy dijo en diciembre de 2015: «Es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde».

Las dos derechas caminan hacia atrás en todo. Lo contrario de la involución les da vértigo. Siempre defienden lo que defienden y a quienes defienden, que no es al grueso del pelotón. Pues sí. Los expertos en mentiras e insultos llevan el lodo hasta el cuello desde que comenzó la legislatura. Van a seguir en sus trece, y la agresividad de la caverna mediática seguirá haciendo de las suyas. Los socialistas vencen en el País Vasco y arrollan en Cataluña, donde Sumar ha sumado y es la segunda fuerza con su «Es por ti». La pretensión básica del líder socialista era, además de relajarse fregando platos, poder ser el primero de la clase en España y que Díaz fuese la tercera.

En cualquier caso, tener luz verde para formar un nuevo Ejecutivo de coalición progresista, reverdecer laureles y evitar las «chapuzas» de Pepe Gotera y Otilio. Que Feijóo y Abascal fuesen presidente y vicepresidente. Nuestro país se reafirma como referente europeo y manera de frenar la ola reaccionaria, tras los resultados del 23J. Después de una campaña con acusaciones cruzadas, cerrilismo, manipulaciones y suciedad como único método en busca del éxito, el supuesto líder popular no puede ser investido aunque lo intente. No suma. No tiene quien le apoye con la fuerza válida, ni genera ninguna confianza. Y no se trata solo de dejar gobernar a la lista más votada.

El expresidente Zapatero ha contribuido mucho a activar electores. Ahora toca ver el rumbo que toma España una vez que cae el telón de los comicios generales. ¿Coalición entre PP y PSOE como única salida más clara? Los hay que siguen apuntando al bipartidismo. Las grandes diferencias políticas lo impiden actualmente. Los programas no casan. No es posible pactar con el retroceso, ni abstenerse. El PP es una formación desfasada, con lastres activos y que necesita una catarsis, reciclarse a nivel europeo.

La solución de Díaz Ayuso es más de lo mismo. Puede ganar un congreso extraordinario. Pero su bombilla tiene fecha de caducidad y no es igual alcanzar la presidencia de Madrid que la de España. Aun así, gana ella, pierde Feijóo. El «Verano azul», uno de los eslóganes del PP, queda descolorido y Chanquete no resucita. No obstante, la situación puede conducir a una repetición electoral. España o Sánchez no. Sánchez o más elecciones. ¿Quién está sentenciado, Pedro o Alberto?

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